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Un asesinato de más de un siglo y el caso sigue abierto

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En 1979, una familia fue a explorar la cueva Buffalo, en Idaho, buscando puntas de flecha. Lo que hallaron fue algo muy distinto: un torso humano momificado, envuelto en un saco de yute. El forense pensó que era reciente: entre seis meses y cinco años de antigüedad.

Pero en 1991, el misterio se volvió aún más oscuro. Una niña encontró una mano humana en el mismo lugar. Luego apareció un brazo. Y dos piernas. Todas las extremidades pertenecían a la misma persona. Nadie sabía quién era.

Los restos permanecieron sin identificar durante 40 años.

Hasta que, en 2019, la ciencia hizo lo suyo. Usando ADN extraído de la médula ósea de la pierna, los investigadores encontraron una coincidencia en una base de datos. El resultado fue tan sorprendente como inquietante: el cuerpo pertenecía a Joseph Henry Loveless, un criminal que había escapado de prisión… en 1916.

Había sido acusado de asesinar brutalmente a su esposa con un hacha. Y tras su fuga, desapareció sin dejar rastro. Hasta que su cuerpo apareció, décadas después, en una cueva remota, aún vestido con la misma ropa que llevaba el día que huyó, tal como lo describían los carteles de búsqueda.

Loveless fue asesinado poco después de su fuga. Pero nadie sabe quién lo hizo. Algunos creen que fue la familia de su esposa. Otros piensan que pudo ser parte de un ajuste de cuentas criminal. Lo cierto es que su caso sigue abierto. Y que, hasta ahora, es la víctima de asesinato identificada más antigua en la historia de Estados Unidos.

Un crimen de hace más de un siglo. Un cadáver que esperó silenciosamente. Y una verdad que aún no ha sido completamente contada. (Tomado de Datos Históricos)

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