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Trump y Vietnam: la gota que rebalsó la copa

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Por Albert Fonse ()

Esta noticia fue la gota que colmó la copa. Una decepción total. El supuesto defensor de la libertad acaba de anunciar con orgullo un acuerdo comercial con la dictadura comunista de Vietnam, un régimen que encarcela disidentes, censura a la prensa, reprime la libertad de expresión, persigue a minorías religiosas y controla todo desde el Partido Comunista.

Hablamos de Vietnam, un país donde hay decenas de presos políticos. Un régimen de partido único donde, como en Cuba, se adoctrina a los niños con sentimientos antiestadounidenses, bajo un sistema dirigido con mano de hierro que no permite ningún resquicio de libertades y se aferra aún a la ideología marxista-leninista.

La única diferencia real entre Vietnam y Cuba, aparte de la zona geográfica, es que Vietnam renunció al modelo económico comunista y abrazó el sistema capitalista. En todo lo demás, son prácticamente idénticos.

Eso es precisamente lo que intenta replicar hoy la dictadura cubana a través de su supuesta “clase emprendedora”: una capa artificial de empresarios domesticados que no hablan de política, ni de derechos humanos, ni de libertad, pero que rinden pleitesía al régimen a cambio de permisos y limosnas. Si estos lobbies logran su cometido en Washington, y llega el día en que Estados Unidos anuncie con Cuba lo mismo que acaba de firmar con Vietnam, esa dictadura no la tumba nadie.

El premio a regímenes comunistas

Después de esto, ya nadie puede decir que Trump es anticomunista, o que lucha contra algún régimen dictatorial totalitario. Ha firmado un acuerdo que beneficia económicamente a una dictadura comunista. Ofreció acceso total al mercado estadounidense, reducción de aranceles y elogios públicos, todo sin exigir reformas, elecciones ni respeto a los derechos humanos.

Este no es un hecho aislado. Responde a la misma lógica con la que su administración negoció con Maduro la liberación de presos americanos y luego declaró que “no estamos aquí para cambiar regímenes”. Es la misma actitud que mostró ante la dictadura teocrática de Irán, después de que Israel la dejara al borde del colapso y solo faltaba el golpe de gracia. Trump prefirió frenar.

¿De qué sirve el discurso anticomunista si al final se premia a los regímenes que oprimen mientras abren sus mercados? Más que una ideología, lo guía el cálculo. Si no hay ganancia directa, no hay principios ni aliados que valgan. Para ese tipo de realpolitik, los pueblos oprimidos no pesan en la balanza.

La única manera de que haga algo por Cuba sería ofreciéndole un plan económico donde Estados Unidos gane estratégicamente, como lo plantea el Proyecto Cayo Romano. Si no hay ganancia, no hay libertad, no hay presos políticos que importen.

Uno quiere pelear por la verdad, pero a veces el cinismo del mundo te rompe por dentro. Lo único que me nace pedir es que liberen a los presos políticos. Porque se me va la vida en esta lucha, en el estrés, en la indignación.

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