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Por Max Astudillo ()
La Habana.- Instalar ToDus en Cuba debería considerarse un acto de automutilación digital, como entregarle las llaves de tu casa a un ladrón o regalarle tu diario íntimo al G2.
La aplicación, que presume de ser «el Uber cubano», huele a trampa desde el primer clic: creada por la estatal ETECSA, con servidores en la isla y diseñada para «facilitar» servicios en un país donde nada funciona, tiene todos los ingredientes para ser la herramienta perfecta de vigilancia masiva.
Los cubanos ya viven espiados en las colas, en los parques, en las universidades; ahora el régimen quiere que lleven el espía en el bolsillo.
Dicen que ToDus es práctica, que resuelve, que hasta puede ser útil para paliar el desastre de transporte. Pero nada es gratis en Cuba, y menos cuando lo ofrece el mismo Estado que bloquea Internet durante las protestas y filtra los chats de los disidentes.
La aplicación pide permisos de acceso a contactos, ubicación en tiempo real, historial de búsquedas y hasta almacenamiento interno. Es como si, de repente, la Seguridad del Estado te pidiera amablemente tu agenda telefónica, tu rutina diaria y una copia de todas tus conversaciones. Por cortesía revolucionaria, claro.
El gobierno cubano no es tonto: sabe que en el siglo XXI los datos son más valiosos que el azúcar. Con ToDus, pueden mapear movimientos, identificar patrones, detectar concentraciones de gente y hasta prever protestas.
¿Cómo creen que localizaron tan rápido a los manifestantes del 11J? No fue magia revolucionaria; fue tecnología al servicio de la represión.
Ahora, con esta app, tendrían un catastro de la desesperación cubana: quién pide más viajes, a qué horas, desde dónde, hacia dónde. Un sueño húmedo para cualquier policía política.
Pero lo más cínico es el timing. ToDus surge justo cuando el éxodo de cubanos bate récords, cuando la gente huye de la miseria y la opresión. Es como si el régimen, en vez de resolver los problemas que provocan la fuga masiva, decidiera invertir en una app para vigilar mejor a los que no han podido escapar.
«No te vamos a dar comida, pero sí un GPS para controlarte», parece ser la consigna. Mientras, los jerarcas del Partido viajan en coches oficiales con chofer, sin necesidad de pedir un taxi mediante un algoritmo que registre cada movimiento.
Algunos dirán: «Pero si ya nos espían igual». Es cierto. En Cuba, el correo electrónico está intervenido, las redes sociales son monitoreadas y hasta los grupos de WhatsApp infiltrados. Pero ToDus sería el espionaje 2.0: una herramienta de control social con fachada de modernidad, como si la Stasi hubiera contratado a un diseñador de Silicon Valley.
No es paranoia; es historia. Cuando un Estado totalitario te regala algo, siempre hay trampa. Y cuando ese Estado está al borde del colapso, la trampa suele ser más peligrosa.
Así que no, los cubanos no deberían instalar ToDus. No por miedo, sino por dignidad. Porque cada permiso que aceptas es un pedazo de libertad que regalas. Porque en un país donde el Estado te falla en todo, lo único que no debería fallarte es el instinto de supervivencia. Ya bastante tienen con la escasez, los apagones y la represión como para añadir, voluntariamente, un chivato digital en sus vidas.
Mejor caminar, mejor esperar, mejor perderse en el caos habanero que convertirse, por obra y gracia de una app, en un número más en la base de datos de la Seguridad del Estado. ¿ToDus? Nunca.