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Selena: el radio que no sabía que era internet, pero lo fue con estilo

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Por José Poveda Cruz ()

Holguín.- En los años 70, 80 y 90, mientras el mundo se debatía entre guerras frías y calentamientos globales, en Cuba había un artefacto que desafiaba silenciosamente la estructura ideológica imperante: el radio soviético Selena.

Diseñado en algún laboratorio de Minsk para captar señales del proletariado internacional, terminó siendo el mejor medio de información para enterarse de lo que realmente importaba: los Beatles, los Rolling Stones, Roberto Carlos y ese rock and roll que, según los manuales, debía causar “diversionismo ideológico agudo con síntomas de ritmo”.

Con el Selena, uno podía sintonizar emisoras extranjeras como quien abre una grieta en el muro del pensamiento único. Era como tener una embajada portátil del capitalismo cultural… pero con antena telescópica y dial de precisión soviética.

Una grieta sonora en el muro del dogma

¿Diversionismo? Claro que sí. Pero con buena música.

Mientras algunos denunciaban el imperialismo, tú escuchabas “Let It Be” en onda corta.

Mientras se hablaba de la lucha de clases, tú luchabas por captar Radio Nederland sin interferencias.

Y mientras se promovía la música “formativa”, tú te formabas con Pink Floyd y aprendías inglés con los Bee Gees.

El Selena no juzgaba. No censuraba. No preguntaba. Solo transmitía. Era el espía perfecto: te traía lo último del rock sin delatarte. Y si alguien te preguntaba qué escuchabas, bastaba con decir “una emisora de Moscú” y seguir bailando “Satisfaction” con acento soviético.

Hoy, ese radio merece un monumento. Porque gracias a él, muchos cubanos descubrieron que el mundo era más grande que el noticiero de las 8. Que el amor podía cantarse en portugués, y que el ritmo no era enemigo del pensamiento, sino su mejor aliado.

Así que sí: el Selena fue más que un radio. Fue una grieta sonora en el muro del dogma. Un aparato que, sin querer, hizo más por la apertura cultural que muchas conferencias sobre el diálogo.

Y todo eso… con cuatro pilas grandes y una antena hacia las nubes. Internet de la buena a la antigua.

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