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SEIS AÑOS DESAPARECIDOS: LOS MÉDICOS QUE CUBA OLVIDÓ EN ÁFRICA

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Por Frank Perdomo

La Habana.- Un país que presume de enviar médicos al mundo como si fueran misioneros apostólicos, debería, al menos, traerlos de vuelta. Pero en Cuba, ni eso ocurre. Este sábado se cumplieron seis años del secuestro de los doctores Assel Herrera y Landy Rodríguez en Kenia, y la única declaración oficial que recibimos es otra vaga promesa de que “continúan los esfuerzos para esclarecer su situación”. Seis años de misterio, de silencio y de una indiferencia que grita más que cualquier comunicado diplomático.

Fue el 12 de abril de 2019 cuando el cirujano Landy Rodríguez y el médico general Assel Herrera fueron raptados en la ciudad de Mandera, en la frontera entre Kenia y Somalia, por supuestos miembros del grupo yihadista Al Shabab. Desde entonces, la historia se ha diluido entre declaraciones diplomáticas, rumores, amenazas de muerte y una que otra pista sin confirmar. Cuba, su patria, apenas ha hecho algo más que tuitear frases de aliento.

Bruno Rodríguez Parrilla, el canciller cubano, reapareció para recordarnos que los médicos siguen secuestrados. Dijo que el Gobierno y el Partido están comprometidos con el caso “al más alto nivel”. La pregunta es: ¿qué significa eso exactamente? Porque a juzgar por los hechos, ese “más alto nivel” parece vivir más preocupado por giras protocolares y arroz vietnamita que por el destino de sus profesionales de bata blanca.

En 2019, un rayo de esperanza apareció cuando líderes tradicionales de Kenia y Somalia afirmaron haber visto a los doctores prestando asistencia médica en la región de Jubaland. Es decir, los secuestrados no solo estaban vivos, sino que seguían trabajando… para sus captores. Médicos cubanos en calidad de rehenes, curando a quienes posiblemente decidieron sus destinos a punta de fusil.

Pero en 2023, la tragedia tomó un giro siniestro. La organización Al Shabab afirmó que los galenos murieron en un ataque aéreo estadounidense en la localidad de Jilib. AFRICOM, el comando militar de EE.UU. en África, confirmó que había realizado ese ataque, pero nunca confirmó ni negó si los médicos estaban entre las víctimas. Desde entonces, silencio total.

¿Qué ha hecho Cuba? Declaraciones. Silencios. Algún mensaje del monigote de Esteban Lazo. Y ya. Ni una prueba de vida, ni un reclamo público a la comunidad internacional, ni presión diplomática visible. Mucho menos una movilización ciudadana, de las que le gusta presumir a ellos.

En la isla, pareciera que ya nadie se acuerda de Assel y Landy, como si el exilio forzado y la desaparición fueran parte del contrato del internacionalismo.

Porque en Cuba, ser médico en misión internacional no es una opción, es una asignación. Vas porque te mandan. Lo disfrazan de solidaridad, pero la mayoría sabe que es una forma de ganarse cuatro pesos más, aunque sea lejos de tu familia. Te mandan a Venezuela, Angola, Brasil o Kenia, y te conviertes en ficha de una diplomacia de exportación que da más divisas que dignidad.

Hoy, seis años después, sus nombres aparecen en la prensa por una efeméride. Nada más. No hay fotos nuevas, ni pruebas de vida, ni siquiera una lápida. Son desaparecidos en la más pura acepción del término. Secuestrados por un grupo yihadista, y olvidados por el sistema que los formó.

La revolución que se jacta de su potencia médica, dejó morir —o desaparecer— a dos de sus soldados sin disparar una palabra fuerte. El mundo sigue, los hospitales se caen a pedazos, y los médicos continúan saliendo. Porque al final, en este país, nadie es tan prescindible como quien se sacrifica en nombre de una causa que ya ni el propio régimen cree.

Assel y Landy, dondequiera que estén, merecen más que un tuit. Merecen justicia. O al menos, memoria.

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