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Por Victor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- La falta de electricidad, y con ella del agua, hace mella en la mente de las personas. Mi vecina, a todo pulmón y con pésima entonación, canta un tema de Polo Montañés: «…y en el invierno le daba calor para que no se bañara…»
Luego de mi risa burlona me puse a analizar su caso y es totalmente comprensible. Llevamos ya demasiado tiempo viviendo al más puro estilo Amish, pero sin carretón tirado por caballos. No utilizamos tecnología alguna, por decisión del Breaker Boy.
A lo mejor, a la mulata la traicionó el inconsciente y sacó algún viejo hábito en nuestros escasos inviernos. De seguro aplica aquel enunciado del Director de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado del Desierto del Sáhara, Mohamed Al Sekaidí que dice: «Un, dos, tres, agua pa la pared».
Ayer, en medio de mi proceso de extracción y traslado de agua, me crucé varias veces con ella. Al cuarto cruce, pude notar que sus brazos le estaban llegando a las rodillas y que aquello que sobresalía de sus pantaletas no eran huevos sino sus ovarios.
Eso, más su consumo excesivo de Reparto, están provocando en ella, lo que los neurólogos han llamado «Cerebro estofado que es capaz de aprender y repetir un tema de Bad Bunny».
Este síndrome, muy extendido en Centroamérica, ha tomado fuerza en nuestra tierra y en los últimos meses se ha agudizado. Varios epidemiólogos están hablando de la variante H2O, la cual afecta la coloración de la piel, mal olor y endurecimiento del cabello, abandono de la higiene hogareña, lanzamiento de orine en pomos de litro y medio y de heces fecales en jabitas de nylon.
Lo triste es que, como buen Amish, no puedo vacunarme y corro el riesgo de contagiarme. Tengo esperanzas que algo pase con la generación de electricidad o que alguien decida sacar mi circuito de la espuria lista o que por fin amarren la pieza o que a mi mama lo con to, a mi mama me lo con to…