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«Se sigue nublando y la yegua no aparece»: el drama invisible del pelotero cubano

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Mayabeque recupera la cima › Deportes › Granma - Órgano oficial del PCC

Por Nelson de la Rosa ()

Santo Domingo.- Parece que Dennis Laza no jugará con Mayabeque esta temporada, debido a problemas de vivienda. Tampoco lo harán Yasniel González ni Lázaro Martínez, quienes han priorizado sus responsabilidades familiares por encima del uniforme.

La lista se actualiza año tras año, y lo mismo ocurre en el resto de los equipos del país. Más allá de los casos individuales, la realidad es que pertenecer a un equipo de la Serie Nacional no garantiza la cobertura de las necesidades más básicas de un jugador, especialmente si es el principal sustento de su hogar.

Conocer otras realidades y modelos de ligas permite entender con mayor claridad que, en el contexto cubano —por razones evidentes—, estos problemas no solo no van a desaparecer de la noche a la mañana, sino que se agudizarán. Y si seguimos por este camino, nos vamos a quedar sin peloteros.

Hay un punto clave que merece atención: los problemas que enfrentan los jugadores cubanos son exclusivamente cubanos. En ninguna otra liga del mundo las directivas de un equipo o las autoridades locales tienen que preocuparse por si al pelotero se le moja el techo, si la fosa séptica no drena o si su familia tiene algo para comer.

En ligas organizadas, la directiva tiene como responsabilidad proveer al atleta de todo lo necesario para que rinda en el terreno sin cargas adicionales. Para eso existen contratos que recogen las expectativas de ambas partes. En el caso del pelotero, eso implica cubrir sus necesidades y las de su familia. Y lo más importante: en la mayoría de estas ligas existe un Sindicato de Jugadores que vela por sus derechos, su salud y su dignidad.

El peso del olvido

Las autoridades civiles, por su parte, no tienen que resolver esas particularidades porque —como debe ser— tienen como misión garantizar una vida digna a todos los ciudadanos, sin importar si juegan béisbol o no.

Si Dennis Laza, Lazarito, el Guajiro y tantos otros vivieran en un entorno diferente, no tendrían que depender de funcionarios locales ni escuchar promesas vacías para resolver sus urgencias cotidianas. Bastaría con recibir un salario justo que les permita vivir con dignidad y sin tener que pedir lo que les corresponde.

Una reciente encuesta aplicada a los niños del equipo Cuba U12 reveló que, de 15 entrevistados, solo 2 tienen como ídolos a jugadores cubanos. No es para sorprenderse: es difícil querer ser como los peloteros que ven a diario, si lo que se observa es precariedad, frustración y abandono.

Durante los años que trabajé en el béisbol cubano fui testigo de historias duras: peloteros sin techo propio, otros que le entregaban la merienda a sus familiares en el estadio, algunos que la vendían para llevar dinero a casa.

Muchos pedían lo que fuera: una plancha de fibrocemento, un tanque de agua, un teléfono fijo, un fogón de gas, una bicicleta, un colchón de cuna, 10 litros de gasolina. Aún recuerdo a uno de los jerarcas de Mayabeque, en pleno chequeo de fin de año, conversando durante más de una hora con la presidenta del Gobierno… solo para conseguir una balita de gas. Y ni eso logró.

El béisbol sigue siendo un símbolo nacional, pero los peloteros —ese símbolo vivo— están colapsando bajo el peso del olvido. El verdadero peligro no es que falten talentos; es que nos resignemos a que el talento viva en la precariedad. Si seguimos así, pronto lloverá y ni habrá donde pasar el temporal.

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