Por Irán Capote
Pinar del Río.- Se les ponía un palito en el medio, para andar con ellos como si fuera una paleta. Aunque también existe la versión sin palo, y dado el caso, tenías que andar con la latica en la mano.
Se les conocía como: “duro frío,” “paletica”, “crema”… Se vendían por solo un peso cubano. Su calidad dependía de la dedicación y creatividad del fabricante. Unos hacían un refresco instantáneo congelado y ya. Pero otros se lucían batiendo con leche, con arroz, con chocolate.
Yo recuerdo con amor las “Paleticas de Pucha”, famosas en aquellos caminos del Jíbaro del mi infancia. Si comprabas una y andabas vestido de limpio, en compañía de un adulto, enseguida te decían: “échate pa’ alante que te vas a embarrar”. Porque eran deliciosas, pero estaban condenadas a derretirse por toda tu mano y tu antebrazo, si no tenías la lengua en modo turbo.
Provocaron no pocas “punzadas del guajiro”. Dicen que Nestlé se quedaba chiquita con la producción artesanal y clandestina que hubo en una Cuba del pasado. Desaparecieron en algún punto histórico entre la Revolución Energética, la Batalla de Ideas y la Degeneración Energética actual.
Hoy son otra de nuestras nostalgias. Dondequiera que estén, Cuba les extraña. Sería imposible fabricarlas ahora. A menos que nos mudemos al Polo Norte, pero allí no tendrían mucho sentido.
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