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Tomado de MUY Interesante
Como si de una morge se tratase, los alpinistas encuentran decenas de cadáveres por el recorrido.
Madrid.- Lo que vas a leer es un poco truculento, pero es una realidad cotidiana para las personas que ascienden por el Everest: los cadáveres que allí descansan sirven de hitos o puntos de referencia. La dificultad para rescatar los cuerpos obliga a abandonarlos y acaban cubiertos de nieve parcial o totalmente.
Vista aérea del Everest. Créditos: Paula Bronstein/Getty ImagesPaula Bronstein
No solo se trata de un número, sino de historias individuales, de sueños y desafíos enfrentados, de valientes exploradores que encontraron su final en este escenario deslumbrante pero implacable. A medida que desentrañamos las capas de esta narrativa, nos sumergiremos en las condiciones extremas que han marcado la historia de la montaña y descubriremos cómo el Everest ha sido testigo tanto de triunfos épicos como de tragedias congeladas en el tiempo.
La grandeza del Everest se encuentra no solo en su altitud, sino también en las condiciones climáticas y geográficas extremas que desafían a quienes intentan conquistar su cumbre. Situado en el Himalaya, en la frontera entre Nepal y China, este coloso alcanza una altitud de 8848 metros sobre el nivel del mar. Su ubicación geográfica impone desafíos únicos, contribuyendo a que la montaña ostente un récord de condiciones climáticas implacables.
Las temperaturas extremas en el Everest son un desafío constante. En la cumbre, los termómetros muestran una temperatura promedio de -36 ºC. En invierno las temperaturas caen hasta -70 ºC. Este frío extremo no solo causa congelación inmediata, sino que también desgasta la resistencia física y mental de los escaladores, creando un entorno inhóspito donde la supervivencia se convierte en una tarea titánica.
Las temperaturas que pueden alcanzarse en el Everest no son las de una simple nevada invernal en zonas más bajas. Se alcanzan hasta los -70 ºC. Créditos: Jeff J MitchellJeff J Mitchell
Los vientos feroces en la cima del Everest son otro obstáculo formidable. Con velocidades que pueden superar los 200 kilómetros por hora, estos vientos cortantes representan una amenaza constante para la estabilidad de los escaladores. Además, la falta de obstáculos en la cima expone a los aventureros a ráfagas que pueden hacer que perder el equilibrio sea tan peligroso como enfrentarse a la falta de oxígeno.
Precisamente, la escasez de oxígeno es uno de los desafíos más críticos en la conquista del Everest. A medida que los escaladores ascienden, la presión atmosférica disminuye, afectando la disponibilidad de oxígeno. En la cumbre, la presión es solo una tercera parte de la que se encuentra a nivel del mar, lo que provoca hipoxia, una condición en la que el cuerpo no recibe suficiente oxígeno para funcionar correctamente. Para hacer frente a esto, muchos escaladores recurren al uso de botellas de oxígeno, pero su cantidad limitada y el riesgo de agotarlas antes de llegar a la cima agregan una capa adicional de complejidad a la ascensión.
En en el Everest se hace dificultosa la respiración.
Estas condiciones extremas no solo añaden un elemento físico y técnico al desafío de escalar el Everest, sino que también subrayan la fragilidad de la vida humana frente a la magnitud indomable de la naturaleza. Cada paso hacia la cumbre se convierte en una lucha contra los elementos, una batalla que ha dejado su marca en la historia de esta montaña legendaria.
El macabro apodo «Botas Verdes» se atribuye al cadáver de Tsewang Paljor, un alguacil indio y miembro de una expedición de la Policía Fronteriza Indo-Tibetana que pereció en el trágico desastre del Everest de 1996. El cuerpo momificado, identificado por las botas de montaña de color verde que aún conservaba, se encontraba en una cueva a 8500 metros, convirtiéndose en un punto de referencia ineludible en la principal ruta de ascenso de la arista Noreste del Everest.
“Botas Verdes” fue uno de los tres escaladores indios atrapados por una fuerte tormenta en mayo de 1996, una de las peores tragedias en la historia de la montaña. Aunque inicialmente se creía que “Botas Verdes” era Tsewang Paljor, también se barajó la posibilidad de que fuera Dorje Morup, ambos portando botas Koflach verdes el día de la expedición.
Botas Verdes, un hito cadavérico visible durante años. Créditos: Maxwelljo40Maxwelljo40
En el desastre de 1996, mientras tres miembros de la expedición daban media vuelta, Tsewang Samanla, Dorje Morup y Tsewang Paljor decidieron continuar hacia la cumbre. Las circunstancias de su ascenso, las comunicaciones por radio y la posterior desaparición detallan una trágica odisea marcada por la confusión y la adversidad climática.
La “cueva de Botas Verdes”, situada en la ruta de ascenso, se convirtió en un sombrío recordatorio del desastre de 1996. A lo largo de los años, todas las expediciones desde el lado norte se encontraron con “Botas Verdes», hasta que misteriosamente desapareció en mayo de 2014. La presunción inicial fue que había sido sepultado por sherpas o montañeros chinos, pero fue redescubierto en 2017 y enterrado definitivamente por un equipo encabezado por Alexander Abramov, director del 7 Summits Club.
El nombre “Botas Verdes” también está vinculado a otro incidente trágico en 2006, cuando el montañero británico David Sharp falleció de hipotermia en la misma cueva. A pesar de ser visto con vida por otros escaladores, la falta de acción y ayuda resultó en su trágica muerte. El cuerpo de Sharp permaneció junto a “Botas Verdes” hasta ser recuperado y sepultado un año después.
Desde 1997 yace un cadáver que parece que está saludando. Es de los primeros que pueden verse en la ascensión al Everest. Hay muchos otros cadáveres a lo largo del recorrido, algunos llevan más de 40 años allí. Y siguen en casi perfecto estado.
El fenómeno sorprendente de momificación extrema de los cuerpos de escaladores fallecidos se atribuye a una combinación única de condiciones climáticas y geográficas. Las temperaturas extremadamente bajas actúan como un agente conservante, ralentizando los procesos biológicos de descomposición.
La falta de oxígeno a estas altitudes extremas limita la actividad bacteriana, un factor clave en la descomposición de los cuerpos. En el Everest, la escasez de oxígeno contribuye a la preservación de la apariencia y estructura de los cuerpos de una manera extraordinaria, creando lo que se conoce como momificación natural. Este proceso es más pronunciado en el Everest debido a la combinación única de factores climáticos y geográficos.
La elevada exposición a la radiación ultravioleta en las alturas del Everest también juega un papel en la preservación de los cuerpos. La radiación ultravioleta del sol a grandes altitudes puede afectar la descomposición y contribuir al estado momificado de los cuerpos de manera adicional.
La posición y el refugio de los cuerpos, a menudo encontrados en cuevas o grietas de roca, añaden una capa de protección contra los elementos. Esta ubicación resguardada contribuye a mantener los cuerpos en un estado relativamente inalterado. Los cuerpos se convierten así en testigos silenciosos de las tragedias y hazañas en el Everest, marcando un sombrío hito en la historia de la montaña.
El 22 de mayo de 1998, Francys Arsentiev y su esposo, Sergei, alcanzaron la cima del Everest sin utilizar oxígeno suplementario, un logro notable. Sin embargo, durante el descenso nocturno, se separaron sin darse cuenta. Sergei, al llegar al campamento base y darse cuenta de que Francys no había regresado, decidió emprender un rescate. Regresó con botellas de oxígeno, pero no pudo encontrar a su esposa.
Dos días después, varios escaladores la encontraron en la misma posición donde la habían dejado la noche anterior. A pesar de los intentos de ayuda durante más de una hora, se vieron obligados a abandonarla debido a la peligrosa ubicación, el clima y su estado crítico. Francys murió, aún sujeta a la cuerda guía.
Las mujeres tardaron más en dar muestras presenciales en la escalada del Everest. En la actualidad la escalada es un deporte tan masculino como femenino. Créditos: Matt RobertsMatt Roberts
La desaparición de Sergei se resolvió al año siguiente cuando Jake Norton descubrió su cuerpo más abajo en la montaña. En 2007, Woodall lideró una expedición para enterrar el cuerpo de Francys, poniendo fin a nueve años de visibilidad del cuerpo de Francys desde su trágica muerte, la primera mujer en subir el Everest.
La tragedia de David Sharp en 2006 nos sumerge en un debate ético. Su muerte, durante un intento en solitario, generó controversia al ser rebasado por numerosos montañistas sin recibir ayuda. Este caso destaca la necesidad de examinar las responsabilidades morales de los alpinistas hacia sus compañeros de expedición, cuestionando la solidaridad en entornos extremos.
La persistente presencia de cadáveres en el Everest plantea un debate ético complejo que abarca aspectos morales, humanitarios y culturales. La decisión de dejar los cuerpos en la montaña se ve envuelta en dilemas de difícil resolución, ya que algunos argumentan que mover un cadáver podría aumentar los riesgos para alpinistas y equipos de rescate. Desde una perspectiva cultural, la montaña es considerada un lugar sagrado, y la perturbación de los restos podría ser vista como una falta de respeto.
Han sido normalmente familiares y amigos los que han retirado u ocultado de la vista los cadáveres del Everest. Las autoridades no lo hacen. Sin embargo, desde un punto de vista medioambiental, la acumulación de cadáveres en el Everest suscita preocupaciones sobre la calidad del agua y del suelo en un entorno de descomposición lenta. Además, los residuos generados por equipos de rescate y expediciones contribuyen a la contaminación. En el ámbito cultural, la montaña tiene un significado espiritual para comunidades locales, y acciones que contradigan sus creencias pueden generar tensiones.