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RUDOLF BAHRO, UN REPASO A SU VIDA

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Por José Walter Mondelo ()

La Habana.- Hace hoy 27 años murió Rudolf Bahro, filósofo, político y ecologista alemán, uno de los más lúcidos críticos de la deriva autoritaria y burocrática del «socialismo real» y un precursor del ecosocialismo.

La publicación de su libro «La Alternativa en Europa Oriental. Una contribución a la crítica del socialismo actualmente existente» en la revista alemana occidental Der Spiegel y su posterior arresto el 25 de agosto de 1977 hicieron que su caso fuese mundialmente conocido. El 1 de febrero de 1978 numerosos escritores reclamaron la liberación de Rudolf Bahro a través de una carta publicada en el diario londinense The Times. Entre ellos estaban Heinrich Böll, Graham Greene y Arthur Miller.

l 30 de junio de 1978 fue condenado a ocho años de prisión por «colaboración con servicios secretos extranjeros», lo que provocó numerosas protestas y actos de solidaridad en el mundo. La Liga Internacional pro Derechos Humanos le concedió la Medalla Carl von Ossietzky y fue nombrado miembro del centro P.E.N. de Dinamarca y de Suecia. En 1979 recibió el londinense Premio Memorial Isaac Deutscher. En octubre de 1979 tuvo lugar una amnistía con motivo del 30.º aniversario de la RDA, y fue deportado a la RFA.

Su ensayo fue un profético análisis sobre el destino del llamado sistema socialista mundial, que definió, empleando rigurosas categorías marxistas, como una versión moderna del «modo de producción asiático».

Bahro señaló que el llamado «socialismo real» nunca había sido socialista, sino un sistema parecido al imperio incaico, donde el producto social se repartía en partes iguales entre los productores, la burocracia estatal y el líder, representado este último por el Partido Comunista, que asume la obligación de proveer de alimento y abrigo a los más débiles.

Como Luxemburg, Bahro estimó en su libro «La alternativa: hacia una crítica del socialismo real», que la falta de libertad política no se debía al socialismo sino precisamente a su ausencia, y consideraba que la conversión del modo de producción asiático en un modelo socialista democrático y cooperativo era posible sólo si la emprendía primero la Unión Soviética.

Bahro pronosticó que, tal como el imperio inca se desmoronó en un día cuando el conquistador español Francisco Pizarro secuestró a Atahualpa, así también caería el sistema socialista una vez descabezada la cúpula del Partido Comunista, dejando a la población confusa, deprimida e incapaz de reaccionar.

En 1985, cuando Mijail Gorbachov llegó a aplicar en la Unión Soviética los consejos de Bahro a través de la perestroika, era ya demasiado tarde para ese país y sus satélites. La batalla económica estaba perdida y la descomposición de la cúpula había destruido la confianza de la población.

Entre 1989 y 1991, uno a uno, en una sucesión vertiginosa y sin violencia, cayeron los regímenes socialistas de Europa oriental y hasta la propia Unión Soviética.
La desmoralización que siguió, aderezada con vastos fenómenos de pobreza, desnutrición, delincuencia y corrupción, siguió al pie de la letra el guión de Bahro.

Hoy, frente a la deriva autoritaria global y la crisis climática que amenaza, resultan más actuales que nunca sus reflexiones y alertas sobre la imposibilidad de mantener el modelo global productivista y consumista ilimitado en un planeta finito.

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