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¿Quién subsidia a quién? La cuenta que nunca cuadra

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Por Eduardo Gpnzález Rodríguez ()

Santa Clara.- Desde las cuatro de la tarde hasta las cuatro de la mañana son 12 horas. Ese es el tiempo que llevo esperando a que pongan la corriente para sentarme a la compu y adelantar mi trabajo. Sí, estoy despierto y esperando. A mi me gusta cumplir. Tengo palabra y vergüenza. ¿Estoy molesto? ¡No, hombre, no! A estas alturas molestarse es de tontos. Tengo en el teléfono desde los Bee Gees hasta música tibetana, y como a esta hora hay un silencio sepulcral, me pongo a pensar un poco.

¿Alguien puede decirme si existe algún documento oficial donde esté confirmado que el pueblo le pidió al gobierno cubano que lo subsidiara? ¿O por lo menos una conversación, una entrevista, no sé, donde esté plasmado el deseo -aunque sea el deseo de una sola persona- de ser subsidiado? ¿Existe algo así?

Lo pregunto porque estoy cansado de ser una carga para el estado. Están molestos otra vez porque dicen que siguen subsidiando cosas. Y, francamente, ya no sé que nos queda por pagar.

Apenas hay transporte, medicamentos, canasta básica, gas para cocinar, tiendas en pesos cubanos, agricultura… ¿va a resultar que los culpables del ordenamiento, del reordenamiento, y todo lo que termine en «miento», incluyendo «relanzamiento», somos nosotros, el pueblo? ¿El pueblo que lo único que hizo, desde la época de mis abuelos, ya muertos, fue apoyar un proyecto que prometía justicia social, superación, medicina y educación gratis, deporte, -no profesional, porque antes decíamos que eso eran cosas del imperio- y una vida de cierto decoro en la medida en que las generaciones futuras, guiadas por manuales profundamente científicos, obedecieran con convicciones y fé mesiánica, cada idea, cada decreto, cada ley que nos bajarán desde arriba?

Quiero poner un ejemplo simple, tan simple, que espero que cualquier persona especializada en detectar suspicacias en cuánto escrito no esté fundido en el molde establecido, entienda, finalmente, que las preguntas -si hay preguntas- deben hacerse hacia arriba, no hacia abajo.

La historia del arroz y los subsidios

Aquí voy con el ejemplo simple: cuando comenzó el asunto de que el estado no podía ser paternalista y habría que eliminar subsidios, existían todavía aquellas tiendas de comercio donde vendían el arroz a 4 pesos la libra. ¿Se acuerdan? Bueno, el arroz de la canasta básica que costaba 25 o 30 centavos la libra, era el arroz subsidiado.

Así que comercio modificó el precio del arroz y comenzó a cobrarlo a 4 pesos la libra, o sea, al mismo precio en que lo vendían las tiendas de comercio. Poco a poco esas tiendas desaparecieron y los precios comenzaron a subir en el esquema económico de cada familia a cinco o seis pesos por semana. Ahora una libra de arroz en el mercado informal cuesta entre 150 y 300 pesos la libra. En las Mipymes puede oscilar entre 290 y 300.

Está claro que no es arroz subsidiado. Es un precio que no todos pueden darse el lujo de comprar. Creo que el arroz de la canasta básica -que llega a las bodegas cuando los ríos y lagos de Canadá no están congelados, cuando el Canal de Panamá tiene el nivel de agua necesario y hay plata para pagar el barco- cuesta 30 pesos la libra.

¿Ese arroz también es subsidiado? Estoy pensando en que, quizás, mañana lo suban a 150, cosa esta que estimulará a los vendedores del mercado informal y lo subirán a 400 o 500 pesos la libra. No es una tontería, es exactamente lo que ha estado ocurriendo. ¿Por qué? Porque el arroz de la canasta llega cuando puede. Y cuando puede, no dura cinco días. Así que estamos jodidos como quiera.

Un comercial

Ya son las cinco de la mañana en Santa Clara, Cuba. Y aunque todavía no le hayan puesto la electricidad, piense en que la vida puede cambiar en un segundo. Olvide que lleva 15 horas de apagón y despierte al indio Siboney que lleva adentro. Usted tiene luz interior. Usted puede cambiar las cosas.
(Si hay alguien escuchando el comercial estará diciendo: «Uno sin ná pa desayunar y viene el anormal este con la muela interior. ¡Corriente es lo que hace falta!») (Fin del comercial)

Habría que preguntarse seriamente quién es el subsidiado de esta historia. Y lo digo porque descubrirlo también me parece simple. Un viejo frente a un cajero automático sin dinero, un niño sin merienda para la escuela, un médico sin recursos, un trabajador sin transporte, un enfermo sin pastillas, no me parecen personas subsidiadas.

Y para terminar, si llega un barco de arroz a la rada habanera y no hay dinero para pagarlo, el barco se va y nadie sale lastimado. Si hoy llega el cobrador de la electricidad a la puerta de mi casa y no tengo dinero para pagarla, no se va. Me da unos días y regresa para cortarla sin importarle que pasemos más tiempo apagados que encendidos.

Así que pongan los precios que quieran, digan que es culpa de la luna en cuarto menguante, pero no hablen más de subsidios porque, aunque no lo crean, lo único que nos queda es el orgullo y nos están culpando de todo y tratándonos como miserables. Además, si hay subsidios no se notan. Lo saben.

A los amigos de la zona oriental del país, cuídense mucho. En un rato tendrán sobre ustedes un animal gigante y peligroso. Sepan que estaré al tanto mientras la comunicación sea posible. Carguen sus teléfonos y atentos con los niños y personas mayores. Cualquier precaución será poca. Si creen que puedo ser útil en algo, aquí estoy esperando. Un abrazo fuerte para todos.

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