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Por Eduardo Díaz Delgado ()

Díaz-Canel dice que fueron obligados a dolarizar la economía. ¿Obligados por quién? ¿Quién lo impuso? Porque en esa Asamblea donde todo se aprueba por unanimidad, ¿alguien se opuso? ¿Hubo un solo diputado que dijera que perseguir a las mulas era un error, que competir con ellas era un capricho, que el Estado no podía garantizar lo que ellos sí? ¿O todos callaron, votaron y aplaudieron?

¿Quién levantó la mano cuando decidieron que, en lugar de fortalecer la industria nacional, el dinero se iría para hoteles? ¿Quién votó en contra de construir más instalaciones turísticas mientras la gente hacía colas para conseguir pollo? ¿Hubo alguien que dijera: “Esto es una locura, no hay turistas y estamos en pandemia”? Si no lo hubo, entonces todos son responsables. Y si todos pensaban igual, entonces no hacía falta una asamblea, bastaba con una sola persona. Pero eso tiene un nombre: dictadura.

¿Quién se opuso cuando perseguían a los productores de alimentos, les impedían vender, los acosaban con multas, decomisos y precios topados? ¿Hubo un solo diputado que advirtiera que eso generaría más escasez? ¿O todos dieron el visto bueno a ese suicidio económico?

¿Quién votó en contra de seguir apostando por un turismo nacional con precios absurdos, servicios pésimos y hoteles sin mantenimiento? ¿Alguién cuestionó que el dinero siguiera yéndose a construir hoteles nuevos mientras los viejos se caían a pedazos?

¿Alguien se opuso a…?

¿Quién levantó la voz cuando decidieron “mantener” termoeléctricas fundidas, sin piezas ni recursos, y a sabiendas de que sería solo otro parche más? ¿Quién pidió una alternativa real? ¿Alguno advirtió que eso era solo ganar tiempo para una crisis energética más grave?

¿Quién dijo que el “ordenamiento” era una bomba de relojería? ¿Quién pidió frenar el experimento que unificó la moneda pero multiplicó la pobreza? ¿Se negó alguien a votar esa reforma diseñada durante años con ceguera, y ejecutada con torpeza?

¿Quién se opuso a la legalización tardía de las mulas después de haberlas criminalizado? ¿Hubo algún mea culpa? ¿Alguna disculpa pública? No. Hubo una aceptación silenciosa de lo inevitable, pero sin la mínima responsabilidad.

¿Quién votó en contra de seguir exprimiendo el presupuesto estatal para financiar hoteles y apagones? ¿Quién propuso usar ese dinero para apoyar al productor, al agricultor, al panadero, al que sí produce algo útil?

¿Alguien cuestionó la importación de electricidad con patanas turcas a precio de oro, cuando las termoeléctricas seguían sin repararse y la deuda externa crecía sin freno? ¿Hubo algún debate, algún voto en contra, algún “esto es una locura”? No. Hubo silencio y complicidad.

¿Alguno se opuso a las medidas económicas?

¿Quién se atrevió a decir que el “ordenamiento del reordenamiento”, o la “bancarización” forzosa, eran medidas improvisadas, erráticas, mal diseñadas? ¿Quién levantó la voz cuando se subieron salarios sin respaldo productivo, generando más inflación? ¿Alguno gritó que estaban repitiendo el mismo error?

¿Quién denunció que los topes de precios para productos nacionales eran un castigo a quienes producían, mientras se permitía importar lo mismo a precios más altos? ¿Quién defendió al campesino que no podía vender ni recuperar lo invertido? ¿Se solidarizó alguien con el productor local al que se le prohibía prosperar?

¿Quién, en esa Asamblea, fue la excepción? Porque si nadie dijo nada, entonces todos son cómplices. Y si todos pensaban lo mismo, entonces esa Asamblea no representa a un pueblo: representa una consigna.

¿Y no se dan cuenta de lo que eso significa? Que el gobierno cubano no es solo unipersonal, es unicelular. Que la Asamblea Nacional del Poder Popular no es un órgano legislativo: es un espejo. Uno donde todos repiten lo que dice el jefe, y todos lo aprueban sin pensar, sin cuestionar, sin recordar que el pueblo —ese al que dicen servir— lleva años pagando por sus errores.

Cuba no tiene Asamblea

Una dictadura no es solo la imposición de una voluntad. Es también la renuncia voluntaria de muchos a pensar distinto. Porque cuando todos votan lo mismo, cuando nadie se opone, cuando no hay disidencia interna, cuando los “representantes del pueblo” no representan otra cosa que la obediencia… entonces lo que hay no es gobierno, es dominación.

Así que, antes de decir que fueron “obligados”, Díaz-Canel debería mirar alrededor. Y contarnos: ¿Quién lo obligó? ¿Quién se opuso? ¿Dónde está ese diputado que votó en contra? ¿Cómo se llama? ¿Qué dijo? Porque si no hay respuesta, entonces no hay excusas.

Si nadie se opuso, entonces todos son responsables.

Y si todos obedecieron… entonces Cuba no tiene Asamblea. Tiene coro.

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