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¿Quién gobierna Cuba cuando Canel está de viaje?

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Por Redacción Nacional

La Habana.- Cuando Miguel Díaz-Canel se ausenta de la isla para una de sus interminables giras internacionales, el vacío de poder se cubre con formalidad constitucional. El vicepresidente Salvador Valdés Mesa asume las riendas del Estado. Es lo que dicta la letra de la Constitución cubana de 2019. También es lo que sostiene el régimen como garantía de estabilidad. Sin embargo, en la práctica, la pregunta abre más dudas que certezas. En Cuba el poder no se delega. Se reparte en cuotas invisibles y se supervisa desde arriba.

Valdés Mesa es un político de la vieja guardia, un dirigente sin carisma que carga con la imagen de funcionario gris. Su papel como “sustituto provisional” de Díaz-Canel más parece un trámite burocrático que un liderazgo efectivo. No gobierna, administra; no decide, ejecuta. Es la pieza que asegura que nada cambie mientras el presidente posa en una cumbre o estrecha la mano de algún aliado.

En paralelo, el primer ministro Manuel Marrero y el Consejo de Ministros se encargan de la rutina administrativa. Desde los apagones hasta la distribución de alimentos, el poder operativo recae en ese órgano colegiado. Este se mueve más por inercia que por iniciativa. Marrero, con fama de tecnócrata obediente, es quien realmente sostiene el día a día de la gobernanza. Aunque lo hace bajo las mismas limitaciones estructurales de un país sin recursos y con un Estado ineficiente.

Pero más allá de cargos y títulos, todos saben que el verdadero poder sigue emanando del núcleo histórico. Este aún respira en la sombra. Las ausencias de Díaz-Canel no alteran nada porque las grandes decisiones no se toman en los pasillos del Palacio de la Revolución. Se toman en las residencias donde todavía pesa la palabra de Raúl Castro y de quienes mantienen el control real de los hilos políticos y militares.

En definitiva, cuando Díaz-Canel viaja, Cuba no queda sin gobierno. Al contrario, queda exactamente en el mismo estado: administrada por burócratas, vigilada por militares y dirigida, en última instancia, por un sistema que sobrevive sin necesidad de un rostro visible. La pregunta de quién gobierna es retórica: gobierna el mismo aparato, gobierne quien gobierne.

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