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Por Eduardo Díaz Delgado()
Hay cubanos que se van y creen que desde el minuto uno van a estar bien. El que se va, empieza desde cero, sin unos padres que le den techo gratis, en un lugar que no es suyo y donde las leyes no tienen por qué beneficiarlo. Usted se va a pelearla, a trabajar duro por mucho tiempo, para ver frutos con el tiempo.
No existe eso de llegar y tenerlo todo garantizado desde el principio. No existe eso de hacer lo que le dé la gana y que le sobre tiempo para pasear. Usted se va, y no le va a alcanzar el día. Tiene que trabajar por poco y durante mucho tiempo. Agradézcale al gobierno de Cuba por no permitirle progresar honradamente en su país.
Después, cuando ya va cubriendo las necesidades básicas, sabe qué escoger y va aprendiendo los trucos del lugar para optimizar su dinero, y entonces este empieza a sobrar más que antes.
Y cuando cambie de trabajo (porque lo va a hacer) a uno que le pague más y le exija menos, y haya optimizado sus gastos, entonces va a poder darse gustos, ir a lugares que en su puta vida habría podido conocer y tener cosas que jamás soñó tener en Cuba.
Otra cosa muy importante: va a poder ayudar a sus viejos, que ya no pueden y que probablemente cobran un retiro que no da ni para comprarse un McDonald’s de los que usted se come cuando no tiene ganas de cocinar.
En Cuba, donde más de un millón de personas se ha ido en un santiamén —con todo el gasto económico exorbitante que eso implica—, la situación es cada vez peor y no hay solución a corto plazo si no hay un cambiodrástico.
Si usted estaba siendo ayudado por un familiar que le dio la mano y vivía relativamente bien (aunque no mejor que ahora, deje esa borrachera con champú), con un carro del año de la bomba, una casa heredada —porque casi nadie puede comprarse una sin haber vendido otra— o tenía un negocio que le daba para sobresalir un poquito y no estar como los peores, entonces no entiende qué es ganarse las cosas completamente por sí mismo.
Porque lo que heredó lo luchó otro. La ayuda que le dan representa un empujón que le haría llorar si le falta. Y sobre los negocios… sin demeritar, en Cuba hay poca competencia en casi todo, porque la mayoría de los que tienen dinero y posibilidades de irse, se van. No digo que todos, pero sí la mayoría. Entonces, competencia fuerte, no hay. La competencia lo hace bueno, o lo extingue. Así que, probablemente, si se va, va a tener que ser mejor que antes en lo que hace.
Con esto no quiero denigrar a nadie. Si usted vive en Cuba y la está rompiendo en lo que hace, le digo que afuera tendría que sudar un poco más para romperla también. Y por supuesto: afuera tendría aún más cosas.
En resumen: si se va, trabaje duro y céntrese en lo que va consiguiendo, no en lo que le falta. Lo que desea y no tiene depende de sus aspiraciones, y el tiempo que demore en lograrlo depende de cuán de pi esté dispuesto(a) a ponerse. Tiene que reinventarse, trabajar duro siempre y dejar de soñar con que las cosas le van a caer del cielo.
Ponerse a hablar toda esa morronga de que en Cuba estaba mejor porque tenía una planta eléctrica y una motorina (que es un mojón de moto hecha con sobrantes de otras motos), es sencillamente tener un bloque de caca en el coco. Si usted se ponía de pi en Cuba y tenía bastante, pues hágalo donde está, que sí, hay más competencia, pero también mejores condiciones. Hágase grande y ciérreme la boca con una casona, un carrazo y ganando una pila de dólares o euros (o lo que sea), trabajando duro, con inteligencia o con ambas cosas.
No se eche mierda encima. Désese cuerda, rétese, mire a su alrededor y vea cómo la gente se sacrifica y logra cosas. Recuerde que no es lo mismo trabajar que pasar trabajo. Haga esa transición. Gáneselo.