Por Edi Libedinsky ()
Buenos Aires.- En el antiguo Egipto, una condición peculiar y dolorosa afectaba a muchos hombres, causándoles sangrado a través de sus penes. Este extraño síntoma era tan común que los egipcios creían que los hombres podían experimentar un tipo de menstruación, al igual que las mujeres.
Lo que no sabían era que el verdadero culpable era un parásito llamado Schistosoma haematobium, que prosperaba en las aguas del Nilo.
El referido parásito infectaba a las personas a través de la piel, cuando se bañaban o chapoteaban en aguas contaminadas, lo que provocaba una enfermedad conocida como esquistosomiasis.
Para tratar esta inquietante condición, los egipcios recurrieron a sus prácticas espirituales y médicas. Uno de los métodos más comunes era bañarse en aguas sagradas o ríos para purificar el cuerpo y expulsar el «mal» que causaba la enfermedad.
Desafortunadamente, estos mismos baños probablemente los volvieron a exponer al parásito, empeorando la situación.
Sin entender cómo se propagaba el parásito, los tratamientos se convirtieron en un ciclo interminable de sufrimiento y reinfección.
La esquistosomiasis sigue siendo un problema en algunas partes del mundo en la actualidad, pero la medicina moderna ha facilitado mucho su tratamiento.
Los antiguos egipcios, sin embargo, hicieron lo mejor que pudieron con el conocimiento que tenían. Su creencia de que los hombres podían «menstruar» ofrece una fascinante visión de cómo las culturas del pasado interpretaban las enfermedades con la ciencia limitada de su tiempo.
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