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Por Omar López Montenegro (CubaXCuba
Recientemente me preguntaron, en un programa de radio de Miami, sobre cuál es la relevancia del trabajo de una institución como el Centro Latinoamericano para la Noviolencia, de cara a los recientes acontecimientos que marcan el mundo de hoy, caracterizado por guerras, ocupaciones militares y crisis humanitarias, surgidas y provocadas.
Mi respuesta fue inmediata, tomando en cuenta las lógicas restricciones de tiempo que conllevan los espacios radiales: la Noviolencia, o Acción Estratégica Noviolenta, es hoy en día más necesaria y relevante que nunca, precisamente como alternativa a las operaciones bélicas y su correspondiente carga de destrucción, muerte y traumas permanentes que causan, tanto en el bando de los vencedores como de los vencidos. Muy poca gente gana como resultado de una guerra, con excepción de unos pocos que precisamente no participan en ella.
Seamos francos, las guerras son generalmente provocadas por juegos de poder entre gobernantes, no son resultado de decisiones promovidas por la ciudadanía, sino más bien impuestas a ella. Están basadas en una visión del ejercicio del poder asociada con la fuerza, la capacidad de generar violencia —en este caso letal— sobre un oponente. Esta visión es transformada en esquemas mentales que son transmitidos a las personas a través de los medios de educación y propaganda, por lo que se traducen en patrones aceptados de conducta. Puesto que se asocia el poder con la capacidad de matar, se considera como el más poderoso a quien posee mayor armamento, a cualquier nivel de la sociedad, desde un gobierno hasta una banda criminal, llegando hasta un acosador sexual, un matón de barrio o un abusador de escuela.
Sin embargo, como es bien sabido, esta no es la verdadera fuente del poder. El poder está basado en la obediencia, y el ejercicio de la violencia lo que busca es someter al objeto de la misma a que siga los dictados de quien la ejerce, por temor a sufrir severas consecuencias. Las armas, ni siquiera las atómicas, se disparan por sí solas, dependen de alguien que obedezca una orden y accione un comando, por tanto si ese alguien desobedece, la intimidación deja de tener efecto.
Quien tenga duda sobre esto, que indague sobre Stanislav Petrov o Vasili Arkhipov, por sólo mencionar dos casos. Ambos, en diferentes momentos, salvaron al mundo de un holocausto nuclear resistiéndose a ejecutar órdenes. Resulta curiosamente contradictorio que quienes abogan por el uso indiscriminado de armas de fuego por parte de civiles, utilizan el argumento de que las armas no matan, sino la gente que las usan. Entonces, lógicamente, el poder no proviene de las armas de fuego, sino de la capacidad de la gente de resistirse o no a emplearlas.
Esta es precisamente la base de la Acción Estratégica Noviolenta, la capacidad de los seres humanos de ser obstinados (el verdadero sentido de la palabra) en su desobediencia, de forma articulada, con grandes números de personas. Existen muchas percepciones erróneas sobre la AEN y una de las principales es la creencia de que se trata de debilidad o pasividad, una forma de rehuir conflictos. Por el contrario, es una forma de desplegar lo que Gandhi describió como «la fuerza más poderosa» a disposición de los seres humanos. El propio Mahatma rechazó el término «resistencia pasiva», acuñado por la prensa de aquel entonces, al afirmar que no «hay nada pasivo en lo que hacemos». Al salir de su casa para emprender su icónica Marcha de la Sal, declaró a los medios de prensa: «Los generales no son los únicos que saben planear campañas, nosotros sabemos también cómo hacerlo».
Esta es otra de las percepciones erróneas más comunes con relación a la AEN, la creencia de que opera por «súbita iluminación» o «generación espontánea». Para que tengan éxito, las campañas noviolentas deben ser planeadas con meticulosidad estratégica, al igual que las campañas militares. Una de las lecturas obligadas para cualquier activista noviolento es «El Arte de la Guerra», de Sun Tzu, escrito presumiblemente en el siglo V antes de Cristo, y que sigue siendo tema de estudio en academias militares alrededor del mundo. «Estrategia sin tácticas es la ruta más lenta hacia la victoria. Tácticas sin estrategia es el ruido antes de la derrota», sentencia este texto milenario. No se confía un resultado al azar.
Por otra parte, el propio proceso de articulación de campañas noviolentas genera en sí las semillas de la convivencia democrática que caracterizan el resultado final. Al estar basado en el concepto de Poder en Números, requiere de la conformación de grandes coaliciones donde es preciso conciliar intereses en función de un objetivo común. Un estudio de Freedom House titulado Cómo se ganó la Libertad: De la Resistencia Cívica a la Democracia Duradera (How Freedom was Won: From Civic Resistance to Durable Democray), escrito por Adrian Karatnycky y Peter Ackerman, demuestra cómo la abrumadora mayoría de los países de Europa del Este que transitaron a la democracia por medio de movimientos noviolentos (Polonia, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Lituania, Letonia, Estonia, etc) son hoy en día democracias, mientras que los que no lo hicieron por medio de acción noviolenta son dictaduras o pseudo democracias autoritarias (Rusia, Bielorrusia, etc).
Otro excelente texto, que analiza con datos y cifras cómo las luchas noviolentas han sido más efectivas y producen resultados más duraderos que las guerras es Por qué la resistencia civil funciona (Why Civil Resistance Works), de las Dras María Stephan y Erica Chenoweth.
A pesar de estos, y otros múltiples estudios, ensayos y evidencias matemáticas sobre la superioridad en todos los sentidos de la noviolencia sobre la violencia en la resolución de conflictos, todavía el tema permanece relegado en las grandes plataformas de difusión masiva, por diversas razones. La guerra sigue siendo un gran negocio, y los iconos que se difunden continúan siendo los guerreros, anteriormente con sable y espada, en posturas marciales, y hoy en día con armas láser y pistolas protónicas. Para muchos en el establishment (cualquier cosa que pueda significar ese término) sigue siendo conveniente que la gente piense que el poder proviene de las armas y la capacidad de matar.
No por gusto surgió ISIS tras la primavera árabe, como una respuesta de los poderes seculares ante la amenaza de un despertar cívico en la región. La guerra con Israel desplazó el foco de interés del fracaso de sofocar las continuadas protestas que aún continuaban en Irán, a pesar de las ejecuciones y todos los actos barbáricos cometidos por el régimen de los Ayatolás. El éxito de un movimiento noviolento significaría la eliminación de raíz del problema fundamental que aqueja a esa nación, y por ende, a toda la región en particular.
¿Por qué la noviolencia? ¿Por qué es más relevante hoy que nunca? Porque las guerras generalmente no eliminan las dictaduras sino, en el mejor de los casos, a los dictadores. En la mayoría de los casos lo que hacen es redistribuir los escenarios de poder violento. La Segunda Guerra Mundial no eliminó la dictadura ni siquiera en Alemania, ahí quedó la RDA con su tenebrosa Stasi, además de todas las dictaduras comunistas que surgieron en Europa del Este, con su horrendo saldo de víctimas mortales. En otros escenarios y épocas, el Talibán regresó, y Kuwait, Arabia Saudita, Catar, Omán, siguen siendo estados monárquicos cuasi medievales. Por el contrario, los escenarios de acción noviolenta promueven la modernidad, con la aparición de una ciudadanía pro activa. Es esta transformación a partir del individuo lo que define la misión y visión de este tipo de lucha.
En resumen, la Noviolencia más que necesaria resulta hoy en día crucial, porque en el mundo siempre va a haber conflictos, no se trata de pretender erradicarlos, sino de conducirlos de forma que produzcan menos víctimas mortales, sin evitar la idea de la confrontación, como mucha gente cree erróneamente que buscan los propósitos de la Acción Estratégica Noviolenta.
Martin Luther King, Jr, lo explica muy certeramente en su Carta desde una Cárcel en Birmingham, otra lectura obligatoria para cualquier activista noviolento: «Quizá pueda resultar chocante que yo diga que el provocar tensión es parte del trabajo de los activistas de la noviolencia, pero debo confesar que no me da miedo la palabra “tensión”. Siempre me he opuesto de manera ferviente a la tensión violenta, pero existe un tipo de tensión constructiva, noviolenta, que resulta imprescindible para el desarrollo».
Agradezco enormemente a mi amigo y colega Oscar Haza por haber formulado la pregunta que dio origen a estas reflexiones. Una prueba más de que en esencia, muchas de las respuestas que buscamos en fuentes externas están en realidad, dentro de uno mismo.
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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.
Omar López Montenegro es fundador del Movimiento Pro Derechos Humanos en Cuba y presidente del Centro Latinoamericano para la Noviolencia.