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Petróleo cubano en el mercado y la isla en apagón por falta de combustibles

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Por Luis Alberto Ramirez ()

Una vez más queda en evidencia que las necesidades del pueblo cubano no forman parte de las prioridades del régimen de La Habana. La empresa australiana Melbana Energy Ltd., encargada de la perforación de pozos en la costa norte de la Isla, anunció que a finales de este año comenzará a exportar crudo cubano.

El hecho, más que un logro, desnuda una contradicción dolorosa: mientras los hogares cubanos padecen apagones constantes desde hace más de cinco años, el gobierno prefiere destinar el crudo hacia el mercado internacional en lugar de utilizarlo para paliar la crisis energética interna.

El propio Osvaldo López Corso, jefe de Exploración y Producción de la estatal CUPET, reconoció que en las pruebas se alcanzaron producciones de hasta 1.100 barriles por día, cifra que, aunque modesta frente a estándares internacionales, resulta significativa para una economía asfixiada. Según sus palabras, Cuba ya cuenta con la posibilidad de exportar en cualquier momento.

Lo paradójico es que este petróleo es de mejor calidad que el extraído habitualmente en la Isla y, por tanto, más adecuado para ser procesado en las refinerías nacionales, con lo cual podría transformarse en gasolina, diésel y otros combustibles que hoy escasean.

En cambio, el régimen prefiere venderlo al exterior para obtener divisas, mientras en la Isla se mantiene el desabastecimiento de combustible que agrava los cortes eléctricos, la paralización del transporte y el deterioro de la vida cotidiana.

El cubano en segundo plano para el gobierno

Como ha ocurrido por décadas, la dictadura acude al embargo estadounidense como justificación de la crisis energética, cuando la contradicción salta a la vista: si se produce crudo en el país y es de calidad suficiente para su propio consumo, ¿por qué se decide exportarlo antes de cubrir las necesidades más urgentes de los ciudadanos?

El mensaje es claro. Para el régimen, el pueblo cubano no es más que una herramienta de sacrificio, un engranaje que sostiene las prioridades políticas y económicas de la élite en el poder. El bienestar de la población se subordina al ingreso en divisas, aunque esto implique prolongar el calvario de apagones, colas interminables y transporte paralizado.

La riqueza nacional, que debería aliviar la vida de los cubanos, se convierte en un recurso que sirve a la dictadura, no al pueblo. Y así, el petróleo extraído de la tierra cubana no ilumina hogares ni mueve los ómnibus en La Habana, sino que alimenta el ciclo de dependencia y privilegios de un régimen que, lejos de representar a la nación, la exprime como un recurso más.

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