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Por Mauricio de Miranda ()
Cali.- Gustavo Petro es, en mi opinión, uno de los peores presidentes de Colombia y, sin duda, el peor (de nuevo en mi opinión) de los que conocí desde que llegué a este país en 1989.
Cuando hizo campaña quiso mostrar 13 compromisos que hacía ante algunos de los que entonces eran aliados políticos y muchos de ellos hoy opositores, y se comprometió a no convocar una Asamblea Nacional Constituyente.
Sin embargo, ahora pretende convocar una Asamblea Nacional Constituyente para destruir la democracia colombiana, que tiene muchísimas deficiencias, pero que como democracia al fin es mucho mejor que un régimen totalitario que es lo que realmente quiere establecer Gustavo Petro en este país.
No nos engañemos, este es el mismo guión de Chávez en Venezuela cuando con un apoyo mayoritario en su país logró ponerle fin a la Constitución democrática de 1958 para imponer la de 1999 que les ha servido para atornillarse en el poder, a pesar de que han empobrecido a su país, y provocado la emigración de mas de 8 millones de connacionales.
Y para quienes me leen desde Cuba creyendo que el de Gustavo Petro es un gobierno progresista les diré: No es progresista un gobierno que interviene el sistema de salud y en consecuencia afecta a los más pobres que se ven obligados a adquirir los medicamentos pagando altos precios porque cuando acuden a los dispensarios de sus entidades prestadoras de salud no los hay para distribución, pero si para la compra.
No puede considerarse como progresista un gobierno que suprime un subsidio de vivienda a trabajadores y clase media, obligándoles a abandonar su objetivo de tener una vivienda propia o llevándoles a aumentar su nivel de endeudamiento. Mucho menos podrá considerarse progresista un gobernante que para llegar al poder buscó alianzas con lo peor de la politiquería de este país, convertidos en «progresistas» de la noche a la mañana, pero siguen siendo politiqueros de la peor calaña.
Todo esto, cuando escasamente le quedan diez meses en la presidencia, tiene sabor a «cortina de humo» en medio de la crisis de un gobierno que ha sido incapaz de darle solución a los graves problemas de Colombia, que ha empeorado la inseguridad en el país con las contemplaciones a los grupos guerrilleros que lejos de tener proyectos políticos, son simple y llanamente grupos de narcotraficantes, asesinos, secuestradores y delincuencia organizada.
Y claro, conocemos a muchos gobernantes que responsabilizan a los demás por sus fracasos o su incompetencia. Por eso quiere Petro destruir la institucionalidad del país, eliminando el equilibrio de poderes. No debemos permitírselo.
Una vez más, esto no es una contradicción entre izquierda o derecha. Aquí la disyuntiva es entre democracia y dictadura.