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¿PEARL HARBOR FUE UN ATAQUE SORPRESA O UN SACRIFICIO DE EEUU A FAVOR DE LA GUERRA?

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 Tomado de MUY Interesante

Muchas son las teorías sobre si el ataque a Pearl Harbor fue una sorpresa para los estadounidenses o si, por el contrario, el gobierno de Roosevelt estaba avisado e, incluso, «forzó» el bombardeo a la base naval en Hawai. A día de hoy sigue siendo un misterio.

Madrid.- El 17 de diciembre de 1941 fue un día para la ignominia, y una fecha grabada a fuego en la memoria del pueblo estadounidense. Tuvo lugar el implacable ataque japonés a Pearl Harbor, en el Pacífico, y a causa del mismo cambiaba el rumbo de la Segunda Guerra Mundial, con la entrada de la nación de las barras y estrellas en la contienda, y con él el desarrollo de la propia historia contemporánea.

¿Fue Pearl Harbor un ataque sorpresa o un sacrificio estadounidense en favor de la guerra?

Explosión del USS Shaw durante el ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941. El destructor fue reparado y sirvió en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Shutterstock.

Al día siguiente del bombardeo, que se saldó con la pérdida de 188 aeronaves, 2.403 muertos y, al menos, 1.178 heridos estadounidenses, el presidente Franklin Delano Roosevelt, en un discurso a la nación magnánimo y grandilocuente, de esos que se estudian en la universidad, calificó el ataque como el “Día de la Infamia” y declaró la guerra a Japón: “Ayer, 7 de diciembre, Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón”. Sin embargo, no todos creen que fuera de forma tan ‘repentina’.

Varios días después, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini hacían lo propio, declarando la guerra a la que ya era la primera potencia mundial, que se blindaría con la victoria contra la Alemania de Hitler y el Japón imperial cuatro años después. Y a 80 años vista, se mantiene firme la leyenda negra, origen de diversas teorías alternativas en torno a las verdaderas razones del ataque y al conocimiento –o desconocimiento– de Washington sobre lo que iba a suceder en el ‘puerto de perlas’ sito en O’ahu, la isla más poblada de Hawái, reconvertido tras la incursión de 353 aparatos aéreos de la Armada Imperial japonesa en un enclave humeante regado de escombros y cadáveres.

Pero ¿tiene consistencia la hipótesis de un complot urdido en los pasillos de la Casa Blanca? Uno de los principales (y primeros) impulsores de la hipótesis del complot fue el periodista estadounidense John T. Flynn, uno de los mayores opositores a Roosevelt y contrario a la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial. Cofundador del America First Committee, una organización pro no intervención, en septiembre de 1944 lanzó una narrativa alternativa de los hechos cuando publicó un panfleto de 46 páginas titulado La verdad acerca de Pearl Harbor, sembrando el camino de la sospecha.

Periodista John T. Flynn

El periodista John T. Flynn (1882-1964) en Los Ángeles, California, en noviembre de 1951. Foto: Getty.

No fue el único. Otros escritores y ex altos cargos estadounidenses hicieron hincapié en el mismo sentido, como el periodista y veterano de guerra Robert B. Stinnett, y mucho antes, el contraalmirante retirado de la Marina de EE.UU. Robert Alfred Theobald, que en 1954 mandaba a imprenta El secreto final de Pearl Harbor: la contribución de Washington al ataque japonés; también el historiador norteamericano Harry Elmer Barnes, conocido por su revisionismo histórico y su negacionismo del Holocausto, o el historiador de la misma nacionalidad Richard F. Hill, autor de Hitler Attacks Pearl Harbor. Why United States Declared War on Germany, publicado en 2003.

La investigación oficial

En cuanto a las pesquisas oficiales, el gobierno estadounidense realizó nueve investigaciones entre 1941 y 1946, y una décima en abril de 1995, cuando tuvo lugar la audiencia Thurmond- Spence, cuyo resultado seria el Informe Dorn.

La primera fase de la investigación oficial la llevó a cabo el secretario de Marina, periodista y escritor Frank Knox, el mismo mes de diciembre de 1941. Knox fue el primero que recibió en Washington la noticia del bombardeo en Hawái. Reaccionó con sorpresa, pensando que era un error de transmisión y que realmente se refería a Filipinas o Singapur, pero el cable rezaba: “Ataque aéreo, Pearl Harbor… Esto no es ningún ejercicio”. Inmediatamente llamó al presidente Roosevelt, que se encontraba almorzando en el Despacho Oval con uno de sus principales asesores, Harry Hopkins, secretario de Comercio hasta 1940. Durante las conversaciones con Japón en otoño de 1941, Hopkins había sido uno de los principales impulsores de mantener el embargo estadounidense sobre los puertos nipones, lo que para los partidarios de la confabulación forzó a Japón a atacar aún sabiendo que una guerra contra Estados Unidos no tenían forma alguna de ganarla.

Harry Lloyd Hopkins

Harry Lloyd Hopkins (1890-1946), representante personal de Roosevelt en misiones en el extranjero, fotografiado durante un viaje a Inglaterra y Lisboa en enero de 1941. Foto: ASC.

Oficialmente, el presidente Roosevelt designó la llamada Primera Comisión Roberts para investigar y denunciar los hechos relacionados con el ataque a Pearl Harbor (para los partidarios del discurso alternativo, una cortina de humo). Fue denominada así porque estaba encabezada por el juez adjunto de la Corte Suprema de Estados Unidos Owen Roberts. Sus miembros encontraron a los comandantes de Pearl Harbor, el almirante Husband E. Kimmel y el general de División Walter Short, culpables de “incumplimiento del deber”, y a su vez exoneraron al comandante de la Fuerza Aérea de Hawái, el mayor general Frederick L. Martin, y a su homólogo de la Marina, Patrick Nieson Lynch Bellinger.

Pero la más sonada fue una comisión colectiva del Congreso estadounidense en julio de 1946, de cuyas indagaciones resultaron 39 volúmenes de documentos. El periodista Jean Bernier dejó patentes sus dudas sobre las conclusiones de sus expertos: “Poncio Pilato y Perogrullo juntos no lo habrían hecho mejor. El secreto de Pearl Harbor pasaba de un oscuro grupito político al refrigerador de la historia”. Fue un detonante más para que se escribieran varios libros revisionistas. Uno de los más prestigiosos historiadores contemporáneos que defendió cierto discurso paralelo de lo sucedido fue John Tolland, quien escribió en Infamy: Pearl Harbor and its aftermath: “Ese puñado de hombres, venerados y honrados por millones de personas, se convencieron a sí mismos de que era necesario faltar al honor por el bien de la nación y provocar la guerra que Japón había tratado de evitar”.

La última investigación oficial fue llevada a cabo en el Senado estadounidense en 1999. Por aquel entonces, el miembro más veterano de la cámara era Strom Thurmond, que daría nombre a la comisión y quien tras la votación se refirió a Kimmel y a Short como “las dos víctimas finales de Pearl Harbor”. Pero a pesar de las peticiones de muchos altos cargos, ni el presidente Clinton ni el presidente Bush se comprometieron a exonerarlos y devolverles el rango militar previo a ser destituidos de sus cargos el 15 de diciembre de 1941.

Contralmirante Husband E. Kimmel

El contralmirante Husband E. Kimmel en 1939 a bordo de su buque insignia, el USS San Francisco. Foto: ASC.

La Casa Blanca ocultó información

En lo que concierne a Roosevelt, la teoría del complot se sustenta en que el presidente disponía de información privilegiada sobre la maniobra militar japonesa antes de que tuviese lugar. Investigaciones que salieron a la luz llevadas a cabo por el gobierno estadounidense recogen la interceptación de un mensaje radial tres días antes del bombardeo, un código en clave oculto bajo la falsa apariencia de un informe meteorológico que rezaba: “la ejecución de los vientos” (winds execute), una misiva que se conocería como “el mensaje del complot del bombardeo”. Al parecer, de los miles de cables japoneses desclasificados, era el único que pedía información específica de los barcos anclados en la base de Hawái.

Según el historiador Richard F. Hill, los criptógrafos llevaron rápidamente el mensaje a sus superiores, entre ellos al Jefe del Estado Mayor del Departamento de Guerra, el general George C. Marshall. Luego, el mensaje secreto habría llegado hasta Roosevelt. Dos hombres que debían tener acceso directo a esa delicada información eran, precisamente, el contraalmirante Kimmel y el mayor general Short, los comandantes de Pearl Harbor. Pero nunca la recibieron. Hill habla de una conspiración deliberada para aniquilar Pearl Harbor.

General George C. Marshall

El general George C. Marshall, Jefe del Estado Mayor de EE UU, en torno a 1946. Foto: ASC.

En el mismo punto incide el periodista Robert B. Stinnett, muerto en 2018, que trabajó como fotógrafo en la Segunda Guerra Mundial y es autor de Day of Deceit: Truth about FDR and Pearl Harboruno de los principales defensores de la llamada ‘Teoría del conocimiento avanzado de Pearl Harbor’. En 2000, tras 17 años de investigaciones en los archivos de la Marina y entre documentos a los que muy pocos tenían acceso en virtud de la Ley de Libertad de Información, dijo haber descubierto que, además de los códigos diplomáticos de los japoneses (algo que se sabía desde hacía décadas), la inteligencia estadounidense había descifrado también, meses antes del ataque, el código ultrasecreto de la Marina japonesa, bautizado como ‘Japanese Navy 25’ o simplemente como ‘JN-25’. Para él, esto prueba que los asesores más cercanos a Roosevelt debían saber cómo y dónde ocurriría el ataque. Aquello reimpulsó la teoría de un complot gubernamental gestado en Washington, que reverbera hasta hoy.

Uno de los documentos más importantes a los que tuvo acceso Stinnett fue el llamado Memorando McCollum, que se desclasificó en 1994. El 7 de octubre de 1940, el teniente coronel Arthur H. McCollum, de la Oficina de Inteligencia Naval, presentó un memorando a los capitanes de la Armada Walter S. Anderson y Dudley Knox que detallaba posibles escenarios que podrían conseguir el efecto de provocar que Japón atacase a EE.UU. El expediente contiene una línea que ha sido motivo de gran controversia: “Si por estos medios se puede inducir a Japón a cometer un acto de guerra manifiesto, mucho mejor”.

El objetivo del presidente norteamericano – en lo que, de ser cierto, sería un acto de alta traición– era entrar en la guerra contra los nazis por la puerta de atrás. Y aunque desde entonces no han dejado de reverberar las hipótesis sobre la turbia actuación del demócrata, en 2008 la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), tras analizar toda una serie de documentos liberados ese mismo año, concluyó que dicho mensaje nunca llegó a la Casa Blanca. Es más, se sabe que las decodificaciones de inteligencia que llegaron a la mesa de Roosevelt no fueron las originales. Así lo afirma el profesor Warren Kimball, que cree que la conspiración no se sostiene y que el mensaje del ‘complot del bombardeo’ no prueba nada porque no hay nada en el mismo que diga que “los aviones japoneses aparecerían sobre Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941”.

Ataque Pearl Harbor

Fotografía del ataque a Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941) tomada por uno de los 353 aviones japoneses (cazas de combate, bombarderos y torpederos) que intervinieron. Foto: Shutterstock.

Roosevelt moría el 12 de abril de 1945, tras el mandato más largo de la historia estadounidense, llevándose el secreto de Pearl Harbor a la tumba, y sin ver con sus ojos la victoria sobre la Alemania nazi y el Japón imperial. No obstante, está claro que la historia la escriben los vencedores, y los testigos directos de aquel ataque ya no existen. En abril de 2021 fallecía el último superviviente del bombardeo, el estadounidense Ray Chavez, a la longeva edad de 106 años. En enero se había reunido en la Casa Blanca con el presidente saliente, Donald Trump, otro partidario de la no intervención en guerras “extranjeras”. Durante las entrevistas, Chavez siempre decía que “cada día de su vida” recordaba el ataque de 1941. Hace 80 años que allí sonaron las sirenas antiaéreas y la controversia permanece.

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