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Paradojas del desarrollo: la Habana digital que no tiene luz

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Por Jorge Menéndez ()

Cabrils.- El Gobierno cubano ha puesto en circulación una nueva narrativa: la construcción de una Habana «sostenible, limpia y tecnológica». Este anuncio, difundido a través del diario Granma, choca frontalmente con la realidad cotidiana de una capital asediada por crisis estructurales que hacen de esos objetivos un espejismo inalcanzable en el mediano plazo.

La promesa de modernidad surge en un contexto de colapso multisistémico. Mientras las autoridades promueven conceptos como digitalización y ciencia, la población enfrenta una crisis energética crónica que cuestiona la viabilidad misma de esos proyectos. ¿Cómo se construye una smart city en un país donde el suministro eléctrico es intermitente y el acceso a internet es limitado y costoso para la mayoría?

El contraste se agudiza en el ámbito de la salubridad. La Habana que aspira a ser «limpia» es la misma donde el Gobierno ha reconocido brotes de enfermedades infecciosas como el dengue, en un entorno donde las acumulaciones de basura en las calles se han normalizado como parte del paisaje urbano. La respuesta oficial ha sido la de responsabilizar a la ciudadanía y desplegar brigadas de limpieza, medidas que han demostrado ser insuficientes para revertir un problema de escala metropolitana.

Fracaso tras fracaso

Este discurso de modernización contrasta con el historial reciente de fracasos en políticas públicas. El programa de viviendas con contenedores marítimos, anunciado con bombo y platillo hace un año, hoy es reconocido como un fracaso. Patrones similares se repiten en el transporte, el suministro eléctrico y la recogida de residuos, donde las «soluciones» han resultado ser parches temporales.

La credibilidad de este nuevo relato se ve socavada por el deterioro de la posición internacional de Cuba. El cierre de las embajadas de Ucrania y Bélgica en La Habana en el lapso de un mes, sumado a la expulsión del embajador cubano en Perú por «actividades incompatibles con su cargo», refleja un aislamiento creciente y una pérdida de influencia diplomática.

La paradoja se hace evidente cuando un gobierno que anuncia su entrada en la era digital depende de donaciones internacionales para cubrir necesidades básicas. Las 8 toneladas de arroz donadas por Irán y el millón de dólares en alimentos de Japón subrayan la profunda dependencia externa que contradice cualquier discurso de soberanía tecnológica o desarrollo autónomo.

La brecha entre el relato oficial y la realidad tangible parece haberse convertido en la característica más estable de la gestión pública en la Cuba actual.

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