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PARA ENTENDER A PAQUITO EL DE CUBA

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- En la lista de cubanos más despreciables, para mí, no pueden faltar Humberto López, Michel Torres Corona, Randy Alonso, Arleen Rodríguez y Francisco Rodríguez Cruz, más conocido como Paquito el de Cuba, flamante vicepresidente de la Unión de Periodistas (UPEC), gracias a una carambola que les contaré más adelante.

No quiero decir que sean los que generen más odio. Porque, para mí, no es lo mismo odio que desprecio. Odio siento por Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel, Manuel Marrero,  Ramiro Valdés, El Cangrejo, Sandro Castro, Mariela Castro o Lis Cuesta, entre algunos otros, por ser responsables directos de todos esos males que vive el país. Unos por ser mano ejecutora y otros por burlarse.

Lo del grupo de periodistas y seudoperiodistas que mencioné es otra cosa, y tomo como ejemplo unas declaraciones recientes de Paquito el de Cuba en referencia al papel que, según él, tienen los medios cubanos.

Ver vídeo acá: https://www.instagram.com/mariojpenton/reel/DG1BW-WJHGF/

«Nuestra prensa debe estar apegada cada vez más a la gente, a las preocupaciones de la población. Y eso es una deuda que siempre vamos a tener. Yo creo que la prensa cubana, si algo la caracteriza es que sus compromisos fundamentales no son con capitales, ni con intereses políticos de facciones, sino con la gente, con su pueblo, con decir lo que se necesita decir para que Cuba sea mejor», dijo el tipo.

Admito que en mis 52 años de vida he escuchado muchas mentiras, pero así, de la primera palabra a la última, salvo en algunas citas de Fidel Castro o en otras de Díaz-Canel, es complicado encontrar tanta palabrería barata junta.

La prensa cubana no está apegada a la gente, ni trabaja por resolver sus problemas. Es afín al régimen y solo le preocupa defenderlo, porque el periodista que rebase los límites, pierde su trabajo. Y hay miles -insisto, miles- de casos que lo pueden atestiguar.

¿No tiene compromiso con capitales? ¿Y por qué no denuncia a Sandro Castro, a Mariela Castro, o a sus sobrinos, hijos del general fallecido Luis Alberto Rodríguez López-Callejas por haberse enriquecido, por tener mansiones enormes, negocios de importaciones de autos, por citar solo unos ejemplos?

¿Acaso no es el castrismo una facción? ¿Por qué la prensa cubana no exige responsabilidad por la dolarización, la falta de alimentos, de medicinas, por las paupérrimas condiciones de los hospitales, las escuelas, por el hambre generalizado, por la depauperación a la que ha llevado la revolución a los ancianos, mientras la dirigencia engorda cada vez más?

Paquito es un mentiroso. Es un personaje sin escrúpulos, alguien que intenta defender su puesto como vicepresidente de la UPEC, a donde llegó por obra y gracia de a casualidad, como ya contó en una ocasión Siro Cuartel, y que les recuerdo ahora.

Previo al último congreso de la UPEC, esa plenaria donde se reúne el periodismo afín a la dictadura para hablar siempre lo mismo, se encontraron los miembros de la llamada ‘comisión de candidatura’ para escoger a los que después dirigirían el gremio, con más o menos cómodas oficinas en la casona de 23 e I, autos, gasolina, viajes…

La reunión, presidida por el monje del castrismo, Enrique Villuendas, debía dejar claro que Ricardo Ronquillo debería mantenerse como presidente un mandato más, y proponer tres vicepresidentes entre aquellos que la dirigencia considerara confiables, pero no aparecía nadie. Después de dos horas de darle vueltas, para atrás y para alante y de proponerle los cargos a uno u otro, cuyos nombres no voy a comentar, todos dijeron que no.

Entonces, una de las presentes en la reunión, Bolivia Tamara Cruz, se brindó para ser una de las vicepresidentes. Los presentes se miraron extrañados. La villaclareña, cuyo nombre la delata siempre, ha sido toda su vida una periodista limitada, serruchadora de piso… pero era al menos una opción, en medio de tantas negativas.

Los presentes le dieron el visto bueno, y Villuendas hizo algunos apuntes. Luego, otro propuso que Juan Carlos Ramírez, una papa sin sal que durante más de una década se encargo de la organización de la UPEC, sin pintar ni dar color, podría ocupar otra vicepresidencia. Villuendas solo dijo que Juan Carlos aceptaba, que no había que consultarle.

Agotados ya, alguien dijo «tengo al hombre que falta» y mencionó a Paquito. Los presentes estallaron de risa. Villuendas intentó controlar aquello y luego dijo que había que preguntarle si estaba de acuerdo.

Uno de los presentes lo llamó: «La comisión de candidatura de la UPEC te propone como vicepresidente y quiere saber si estás de acuerdo», le dijo. Unos segundos después colgó el teléfono y le comentó a los presentes: «Dice que sí, que es un honor».

Allá, en la redacción de Trabajadores, donde trabajó hasta entonces, Paquito se abrazaba a Yimel Díaz Malmierca, su colega y compañera de estudios, y exclamaba: «Al fin voy a tener carro, al fin voy a tener carro».

Este personaje, mustio y sombrío, había logrado colocarse cerca de Mariela Castro con lo de las campañas a favor de la comunidad formada por lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales (Lgtbi), a la que pertenece, y hasta había sido uno de sus abanderados en los medios.

De Paquito el de Cuba se pudieran decir muchas otras cosas, pero es mejor detenernos acá, con lo explicado hasta ahora es suficiente para entender sus palabras, su manera de actuar, su afán por proteger a los que le ofrecen migajas y le garantizan tratamiento para su enfermedad, porque él sabe que si fuera un periodista opositor, no tuviera jamás el los medicamentos que necesita.

De todas formas, es Cuba y en Cuba todo es posible, hasta que salga uno de esos invitados de Randy Alonso en la aburrida y detestable Mesa redonda y diga que Cuba es el país con más libertad de opinión en el mundo, incluso más que en Estados Unidos. Tremendo eso.

 

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