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Nolan Ryan y Robin Ventura: la pelea que terminó en una clase de béisbol (y de vida)

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El calor en Arlington aquel agosto del 93 era de esos que derriten hasta el orgullo. Nolan Ryan, con 46 años y más orgullo que un toro en el rodeo, estaba en el montículo como si el tiempo no pasara por él. O como si a él le importara un bledo que pasara. Su brazo ya no lanzaba a 100 mph, pero seguía siendo el brazo de Nolan Ryan, el tipo que había puesto de rodillas a media liga con fastballs que parecían balas.

Entonces apareció Robin Ventura, 20 años más joven, con el ego más grande que su promedio de bateo. Ryan le había golpeado con un lanzamiento —»error de control», dirían los puristas; «mensaje», susurrarían los veteranos— y Ventura, en lugar de ir a primera base como cualquier mortal, decidió que iba a darle una lección al abuelo del montículo.

Fue como ver a un niño retando a pelear a su padre. Ryan no se movió. Ni un paso atrás. Agarró a Ventura como si fuera un saco de arena, le metió la cabeza bajo el brazo y empezó a descargar uppercuts como si estuviera machacando carne.

La imagen es legendaria: el viejo, canoso -o medio calvo ya- pero con bíceps de acero, dando una paliza al chaval que se creía más duro de lo que era. El estadio enloqueció. Los bancos se vaciaron. El béisbol, por un instante, se convirtió en el Salvaje Oeste.

Pero aquí está lo que no todos cuentan: después, cuando ya no había cámaras, cuando los árbitros habían separado el lío y el polvo del home plate se había asentado, Ryan buscó a Ventura. No para burlarse. No para rematar la humillación. Le dijo, simple y llanamente: «Mostraste coraje, chico».

Y ahí, en esas tres palabras, estaba todo el código no escrito del béisbol. La misma violencia que unos minutos antes había estallado como un fuego artificial se convertía en respeto. Ryan, el tipo más duro de la liga, reconocía en Ventura algo que solo los duros reconocen entre sí: las pelotas para enfrentarse al gigante, aunque salgas escaldado.

La pelea duró segundos. La lección duró décadas. Porque al final, el béisbol —como la vida— no se trata solo de ganar o perder. Se trata de ponerse de pie, de mirar al otro a los ojos y, cuando todo termina, saber que lo que queda no es el golpe, sino lo que hiciste con él.

Ryan y Ventura lo entendieron. El resto de nosotros solo podemos ver el video en YouTube y aprender.

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