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NO PODEMOS DIALOGAR CON ELLOS

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Por René Fidel González García
Santiago de Cuba.- Por eso es que no hay nada que hablar con ellos, ni a qué renunciar. Hay que entender que un ejecutor de la represión, la persecución y el castigo que demanda un sistema de exclusión política, no importa su jerarquía, no es, ni podrá ser nunca un interlocutor válido, mucho menos su compromiso y ofertas, una garantía para la dignidad personal, las libertades y los derechos inherentes al honor, la autonomía y la autodeterminación.
Las amenazas no son, ni pueden ser aceptadas bajo ninguna circunstancia como una garantía, mucho menos cuando son realizadas desde estructuras e instituciones que cumplen funciones públicas. Pertenecen y son una insignia no disimulable del mundo de las relaciones de poder; una abierta declaración de la capacidad de causar daño físico y psicológico; una traza de la existencia de facultades discrecionales otorgadas legalmente para perturbar, interferir y destruir de distintas formas los proyectos de vida de otros; e invariablemente, la evidencia más firme, de estar ocurriendo un momento posterior al inicial de la activación de la violencia.
Es por esto que la única solidaridad que se puede aceptar cuando esto ocurre es el reconocimiento como algo éticamente inaceptable y políticamente inadmisible, la existencia de un orden para la exclusión, discriminación y el castigo por motivos políticos.
Esto no es un condicionamiento político o personal, ni puede confundirse con ello, pero hacerlo es siempre un recordatorio de la posibilidad y potencia de la elección personal y sus efectos públicos.
Elegir ignorar es, por definición, una responsabilidad, no una consecuencia.

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