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Por Carlos Carballido ()
La ignorancia y el desconocimiento histórico de los “odiadores” de Trump se ha disparado nuevamente. Esto ocurrió tras la orden ejecutiva del presidente para establecer las entrevistas vecinales como requisito primordial para obtener la ciudadanía americana por naturalización.
Y aquí estamos para ponerlo en contexto. Lamento decirles que esto NO es nuevo, sino que es una práctica autorizada por el presidente Lyndon B. Johnson cuando firmó la Ley INA de 1965, aprobada por… el Congreso y el Senado en manos de los demócratas de la época.
La base legal para las inspecciones vecinales se encuentra en la sección 335(a) de la Ley de Inmigración y Nacionalidad (INA). Esta fue reformada por la Ley de 1965, que firmó Johnson.
Este artículo dispone que, como parte del proceso de naturalización, el gobierno puede realizar “investigaciones personales” (personal investigations). Estas incluyen entrevistas a vecinos y revisiones de antecedentes. Así se determina si el solicitante cumple con los requisitos de residencia continua, buena conducta moral, apego a la Constitución y disposición positiva hacia el país.
Así funcionó hasta que, en los años 90, el 93 para ser exactos, la administración Clinton comenzó a frenarla. Lo hizo bajo los argumentos de Doris Meissner, comisionada de inmigración. Ella se quejaba de que los oficiales de inmigración tenían demasiada carga de trabajo con esas entrevistas y que además elevaban los costos del departamento.
Durante la administración Bush la práctica fue retomada, aunque a menor escala. No obstante, con el tiempo este proceso fue disminuyendo hasta quedar sustituido por las pruebas biométricas. Dichas pruebas permitían conocer el pasado criminal, pero no evaluaban la calidad moral, patriótica y social de los aspirantes a ciudadanos.
Los que peinamos canas en EE.UU. recordamos esas investigaciones en los centros de trabajo y familiares que usted debía poner como referencia en su proceso de aplicación. Algunas eran presenciales y otras vía telefónica. Nadie osaba dar una información falsa porque lo hacías bajo juramento federal.
Entonces, me pregunto: ¿qué hay de malo en eso?
Ser ciudadano naturalizado en cualquier país no es un derecho. ES UN PRIVILEGIO. Y para beneficiarse de ese privilegio, usted debe cumplir no solo con un pasado criminal limpio. Además, debe ser ejemplo de ser humano en su comunidad vecinal o en su trabajo.
Nadie quiere nuevos ciudadanos que escandalicen con música alta de reguetón indecente en sus vecindarios. Tampoco que entren a su casa a robar los mangos de su árbol. Hay lugares donde la policía ni siquiera se toma la molestia de acudir a una denuncia así.
La medida de rescatar esta antigua práctica me parece coherente. Muchos cubanos ya han salido a vincularla con los CDR de Cuba. Hasta en eso, la estupidez los devora.
Los CDR de Cuba te chivatean por ser una persona que piensa diferente políticamente a la tiranía. En cambio, aquí en EE.UU., esa “chivatería” es una excelente manera de darle el mérito de la ciudadanía a extranjeros. Deben ser un ejemplo en la comunidad.
Pero este ejercicio de lógica ni siquiera es comprendido por esa Biomasa Arribante y por generaciones contaminadas de emigrados. Al final, todo se trata del odio a Trump, sea como sea y pese lo que pese.