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Morales Ojeda o Johana Tablada: uno de los dos miente

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Por Anette Espinosa ()

La Habana.- En el gran teatro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el huracán Melissa no solo arrasó cosechas y postes de luz, sino que también dejó al descubierto el mismo guion de siempre, esa función tragicómica donde los actores recitan líneas escritas hace décadas mientras el público —el pueblo cubano— sigue buscando su butaca en la platea.

El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, apeló a las redes para ofrecer ayuda humanitaria «inmediata» al pueblo cubano, con esa mezcla de condescendencia y cálculo político que caracteriza a un elenco que se conoce de memoria los gestos, pero ha olvidado el significado de la obra.

Y en La Habana, como si de un decorado repetido se tratara, dos figuras del régimen elevaron sus voces en lo que parecía un dueto desafinado. Roberto Morales Ojeda, desde su puesto de secretario de Organización del Partido Comunista, siguió la estela de casos anteriores y afirmó con la contundencia de un misil verbal que Cuba, más que necesitar ayuda, necesita que Estados Unidos levante el bloqueo.

Mientras, Johana Tablada, la subdirectora general para Estados Unidos del Minrex, se limitó a decir que desde Washington nadie ha intentado contactar al gobierno cubano. Alguien, en algún despacho con retrato de Martí, debería explicar por qué dos representantes oficiales narran una realidad distinta.

Divergencias entre la trichera y el protocolo

La oferta de Rubio, envuelta en la retórica de la asistencia humanitaria, lleva impresas las letras pequeñas de la soberanía nacional. Estados Unidos condiciona la ayuda a que sea entregada sin el control del gobierno cubano, un guante lanzado directamente a la cara del régimen, que hasta ahora jamás ha aceptado esa posición.

Es la misma coreografía de siempre: Washington exige canales directos, y La Habana ve en ello un caballo de Troya destinado a minar su autoridad. El pueblo, atrapado en el intercambio de principios, se queda a la espera de que la ayuda —la de verdad, la que no entiende de geopolítica— llegue a sus manos.

Mientras Morales Ojeda invoca la épica de la resistencia y cierra filas frente a lo que llama «guerra mediática», Tablada parece dejar una rendija abierta al diálogo, sugiriendo que el problema no es la ayuda en sí, sino la falta de contacto formal.

Esta divergencia no es un detalle menor; es el síntoma de una grieta en la fachada monolítica que el Partido intenta proyectar. Uno apela a la trinchera, la otra al protocolo. Y en medio, la desesperación de quienes, tras el paso del ciclón, claman auxilio en Oriente, «mojados y con hambre», según relatan.

La camisa de fuerza de la narrativa

El bloqueo, ese muro invisible que dicen el castrismo que asfixia la economía cubana, es utilizado aquí como un arma arrojadiza en ambos sentidos. Washington lo mantiene como presión, y La Habana lo esgrime como justificación universal. Pero cuando un huracán arrasa y deja a 735.000 personas evacuadas y cultivos destruidos, la doctrina choca con la urgencia de lo concreto.

La ayuda humanitaria debería ser un puente, no un campo de batalla. Condicionarla a que no entre en ella el gobierno cubano, aunque sea uno con el que se discrepa, es una forma de negar su existencia; rechazarla por sistema, una manera de priorizar la ideología sobre el bienestar inmediato de la gente.

Al final, el título de esta columna se responde solo: Morales Ojeda o Johana Tablada, uno de los dos miente. O quizás, en el fondo, ambos representan las dos caras de un mismo sistema atrapado en su propia narrativa.

Mientras la cúpula cubana debate consigo misma y Washington juega al ajedrez con la ayuda, el verdadero drama sigue representándose fuera de los escenarios, donde la gente, con una entereza que merece otro guion completamente distinto, intenta sobrevivir no solo a los ciclones de la naturaleza, sino a los que genera la política.

Al final, tal vez ni Tablada ni Morales Ojeda tomen la determinación final. Es posible que sea el círculo cercano al moribundo Raúl Castro el que decida. Eso sí, la ayuda estadounidense sería muy útil para esos cubanos que no saben cómo van a sobrevivir.

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