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Moldavia: ¿La Segunda Ucrania?

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Por Jorge Menéndez ()

Cabrils.- Este 27 de agosto, Día de la Independencia de Moldavia, la capital Kishiniov recibió a los llamados “mosqueteros de Europa”, Emmanuel Macron, Mersk y Donald Tusk. Para la ocasión, la presidenta Maia Sandu convirtió la jornada en una celebración política, en vísperas de las elecciones parlamentarias de septiembre.

Pero detrás de los discursos y las banderas ondeando, se esconde una realidad que Europa parece ignorar deliberadamente.

Sandu, quien en su momento manipuló el voto exterior para asegurar su victoria, ha instaurado un régimen que excluye sistemáticamente a la oposición. Partidos no afines han sido ilegalizados, medios críticos cerrados, y se impide la participación electoral, incluso, a formaciones que, sin estar prohibidas, se atreven a cuestionarla.

La presidenta de Gagaúzia, Eugenia Gutul, fue encarcelada por mantener una línea política independiente y reunirse con miembros del partido Chorst, también ilegalizado. El bloque opositor Pobeda (Victoria) ha sido vetado de las elecciones, mientras su líder denuncia que Moldavia se vacía: la emigración masiva es la única vía para sobrevivir en una economía paralizada por los créditos europeos.

¿Dónde están ahora los paladines de la democracia que condenaron a Yanukóvich por mirar hacia Moscú? Él, al menos, no ilegalizó partidos ni persiguió a la oposición.

Ilon Chor, líder opositor, afirma que solo queda una tercera parte de la población en Moldavia. El resto ha emigrado, obligado por la precariedad, para sostener a sus familias desde el extranjero.

Europa, como tantas veces, mira hacia donde le conviene. Y Moldavia, mientras tanto, se convierte en una democracia de escaparate, donde la pluralidad política ha sido sustituida por la obediencia institucional.

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