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Mohamed Aziz, el librero de Rabat

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Por Datos Históricos

La Habana.- En el corazón de Rabat, entre las calles donde el bullicio moderno se mezcla con la memoria antigua, sobrevive un refugio que huele a papel y a tiempo. Allí, entre estantes desgastados por los años y libros que parecen custodiar secretos universales, Mohamed Aziz mantiene encendida una llama. Pocos hombres pueden sostenerla.

Nació en 1948 y, desde entonces, la vida lo llevó a encontrar su destino entre páginas. Su pequeña librería, la más antigua de Rabat, lleva más de cuarenta años en el mismo lugar. Es un faro inmóvil en medio de un mundo que cambia demasiado rápido.

Lo que sorprende no es solo la permanencia de su tienda, sino el fuego interior que lo mueve. Mohamed Aziz pasa entre seis y ocho horas al día leyendo. Día tras día, año tras año, sin rendirse jamás a la monotonía ni a la fatiga. Ha leído más de cinco mil libros en francés, árabe e inglés. Cada tomo devorado no fue solo aprendizaje, sino compañía, diálogo, resistencia.

Su librería no es un comercio cualquiera: es un templo. Quien entra no solo compra un libro, sino que entra en contacto con el hombre que lo ha leído, que lo ha pensado. Ha discutido silenciosamente en la soledad de su lectura. Mohamed no es un librero; es un guardián del conocimiento, un testigo de lo que significa vivir para las palabras.

En un tiempo en el que las pantallas reemplazan al papel y la prisa sepulta a la paciencia, él sigue allí. Permanece en su puesto, demostrando que la verdadera riqueza no está en lo que se acumula. Está en lo que se lee, en lo que se entiende y en lo que se comparte.

Mohamed Aziz, el librero de Rabat, no es un nombre conocido en todo el mundo. Sin embargo, para quienes lo descubren, su historia se queda grabada. Es un recordatorio de que todavía existen hombres que han hecho de los libros su única patria y de la lectura, su forma de eternidad.

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