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Por Orestes Rodríguez Alba ()
Durante mi estancia en Barcelona, España, compartía por comodidad económica apartamentos con dos hermanos de Marruecos y una muchacha de Filipinas. Uno de los hermanos era futbolista. Entrenaba fuerte para entrar en las «grandes ligas».
Cuando alguno de los hermanos iba de vacaciones a su casa, regresaba con un montón de cosas típicas de su pueblo. Una vez me obsequiaron una manta (colcha para los cubanos) tejida con lana de ovejas. Era toda una delicadeza artesanal, elaborada desde cero en casa. Remataban el trabajo con una etiqueta que tenía como logo una corona real para autenticar el origen de tan exquisita elaboración.
Me trajeron también una buena porción de los dulces que elaboraba su madre (imágenes). Cosas sencillas como esas son las que confirman todo el concepto de una industria del turismo.
En el caso de Cuba, donde todo está prohibido, es esta otra pieza clave para ilustrar la ineficiencia del modelo centralizado. Además, muestra cómo la falta de apertura al sector privado limita el desarrollo sostenible, la generación de empleos y el aprovechamiento real de los recursos naturales del país.
Cada año se pierden miles de toneladas de frutas por falta de procesamiento y gestión eficiente. Este es un problema que podría resolverse si el sector privado tuviera libertad para operar sin restricciones gubernamentales.
La apertura a mipymes y cooperativas permitiría transformar esos productos en jugos, conservas y otros derivados. Esto fortalecería la cadena de valor del turismo y ofrecería insumos frescos y de calidad tanto para locales como para turistas criollos y extranjeros.
Este punto refuerza la idea de que la sostenibilidad turística depende de la capacidad productiva local y la iniciativa privada.
Cuando me refiero a mipymes y cooperativas, no hablo de lo que se entiende en Cuba como esas formas de producir y servir. Me refiero a las estructuras de negocios privados de carácter colectivo o social que funcionan en Marruecos, América Latina o en el primer mundo.
Me río y no por burla, maldad o malicia, cuando identifican a Baracoa como la capital de las tres *C*: Coco, Cacao y Café. Sin embargo, cuando comparamos, sólo en cualquier porción de una provincia de la República Dominicana (competidor natural en turismo), hay más coco, cacao y café que en toda Cuba.
Recordemos que la isla La Española, compartida con Haiti, sólo alcanza a llegar al tamaño del oriente cubano, sin incluir a Camagüey.
¿Qué serían capaces los dominicanos de hacer, con un archipiélago del tamaño de Cuba?