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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- Debe ser triste, muy triste, para un jefe de Estado ser ignorado por más de medio mundo. Eso indica a las claras que no es reconocido por nadie y que, como dictador, usurpó con su egoísmo la voluntad de un pueblo en las urnas.
Gobernar le será muy difícil a Maduro, pues internamente más de la mitad de su pueblo no lo reconoce, e internacionalmente muy pocos, poquísimos, quieren saber de él. Incluso, muchos de sus aliados de antaño, ahora le dan la espalda: Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Brasil, cuyo gobierno hace pocos días no les permitió ingresar en los BRICS. También Colombia, Guatemala, El Salvador, República Dominicana y Canadá. Así es difícil insertarse en la economía mundial, desarrollar proyectos.
Maduro se empecinó en dar un golpe de Estado, haciendo honor a la nueva izquierda populista y recalcitrante, que se cree que el mundo se acaba sin ellos.
Tenemos los casos de Daniel Ortega y de Díaz-Canel, todos del mismo molde, pero estos dos con más miramientos desde la comunidad internacional y más reconocimientos, lo cual forma parte de la falsedad de muchos gobiernos y de su doble vara de medir.
Las dictaduras sólo traen pobreza y miseria, y todas tienen un denominador común: derrocan gobiernos, prometen el oro y el moro, no cumplen con nada y usurpan el poder sin elecciones de ninguna clase, pues se creen dueños y señores.
Nicaragua es hoy uno de los países más pobres de América Latina, junto a Cuba y Venezuela, a pesar de tener, este último, los mayores yacimientos reconocidos de petróleo del mundo. Con todo y eso, tiene una economía en ruinas y una inflación galopante.
Estos equivocados presidentes, que nadie eligió, se caracterizan por su verborrea barata y por estar asesorados por imberbes en temas políticos y económicos, aunque sobreviven porque sí tienen buenos asesores para reprimir.
El mundo entero debería volverse contra estos personeros, ante la criminalidad de estos gobiernos, que lo único que hacen es hacer sufrir a sus pueblos.
Cuba, Nicaragua y Venezuela son países con gobiernos criminales, por el simple hecho de someter a sus pueblos a la voluntad de unos pocos. Represión, cárcel, aislamientos, desapariciones y asesinatos es lo único que pueden esperar los que no piensan como ellos, y eso no se debería permitir por el mundo libre, desde donde, muchas veces, se mira para otro lado.
Aquí no se vale el principio de no intervención, ni el respeto a la integridad territorial, ni a los jueguitos democráticos.
Hace varios años, América Latina fue famosa por los golpes de Estado. Se sucedían prácticamente cada año, incluso antes y después de Pinochet.
Las críticas, la suspensión de relaciones, los bloqueos e intervenciones hicieron que, en nuestra región, cada vez los golpes se sucedieran menos y se fueran instaurando las democracias maduras.
Hoy nadie hace nada para detener los fraudes de Maduro, Díaz-Canel y Ortega, quienes someten a sus conciudadanos a la miseria, o al destierro en el mejor de los casos. Las dictaduras de este tipo deberían cortarse de raíz y deberían ser criminalizadas.
La comunidad internacional no hace lo suficiente ni crea un frente común con coaliciones para recordarles a este tipo de gobernantes que hay reglas para todos.
Creo firmemente que para estas cosas la ONU podría jugar un papel esencial, porque, aunque su mandato muy cuestionado, para algo debería de servir.
No cerremos los ojos. Tres tíos no tienen derecho a desterrar a nadie y mucho menos a someterlos a sus caprichos. En juego está el destino de millones de personas que sueñan con la libertad.