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Por Albert Fonse ()

Tengo que confesar que hay personas selectas cuyas publicaciones comparto sin necesidad de leerlas o verlas. Su trayectoria es intachable, su causa limpia, su voz no necesita filtros. Entre ellas está la de mi amigo Ariel Ruiz Urquiola.

Hace unos días compartí un video suyo. Solo ahora, con calma, lo he visto; más que visto, escuchado. En las imágenes aparece un grupo de paramilitares, porque no se les puede llamar de otro modo, llegando a decomisar el ganado de su madre. El odio visceral que sentí fue inmediato.

Escuchar al funcionario repetir frases mecánicas con la arrogancia burocrática del comunismo, contrastó con la voz serena, dulce pero firme, de la señora Isabel. Fue como presenciar a una orquídea enfrentarse al paso brutal de una aplanadora: aparentemente frágil, pero en verdad más fuerte que todo el aparato que intentaba aplastarla.

Por eso, sin pedir permiso y con todo respeto, quiero dedicarle esta publicación a esta familia que encarna lo mejor de nuestra historia de resistencia frente a la dictadura criminal cubana.

Máximo Omar Ruiz Matoses, padre de Ariel y Omara, fue teniente coronel de la inteligencia técnica del Ministerio del Interior. En 1989, tras el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, hizo lo impensable: pidió formalmente la renuncia de Fidel y Raúl Castro por “incapacidad manifiesta para conducir los destinos del país”.

Los padres de Omara y Ariel

Esa carta le costó 17 años de prisión en condiciones infrahumanas. Desde el exilio, no ha guardado silencio. Después del 11 de julio de 2021, encabezó junto a otros exmilitares una carta pública dirigida a sus antiguos compañeros de armas, exhortándolos a no reprimir al pueblo cubano. Fue un mensaje directo, de soldado a soldado, apelando a la dignidad frente a la maquinaria represiva del régimen.

Isabel Gliselia Urquiola Cruz ha sido el alma silenciosa que resiste con temple de acero. Este 13 de mayo cumplió 78 años. Es casi octogenaria, pero sigue en pie como el primer día. Fue maestra voluntaria durante la campaña de alfabetización de 1961 y nunca dejó de enseñar biología y agronomía en la enseñanza media-superior de Cuba.

Cuando Ariel fue encarcelado, no entregó ni las tierras ni los animales. Se aferró a ellos como si fueran su propio hijo. Resistió las presiones de la policía política y de funcionarios del Ministerio de la Agricultura. En diciembre de 2019, cuando la Seguridad del Estado detuvo a Oscar Casanella a la salida de su casa, justo cuando venía a recibir a Ariel tras su regreso a Cuba por el Día de los Derechos Humanos, fue ella quien salió en su defensa sin dudar. Su dignidad no se negocia. Su voz, en el video reciente, representa todo lo que el comunismo no ha podido destruir: la ternura firme de una madre cubana que no se doblega.

Omara

Omara Ruiz Urquiola, historiadora del arte, profesora y activista, ha sido ejemplo de coherencia y firmeza. Enfrenta un cáncer de mama desde 2005, y ni la enfermedad ni la represión han logrado apartarla de su vocación ni de su lucha.

Fue profesora en todos los niveles de la enseñanza artística, incluyendo la universidad y el Instituto Superior de Diseño de la Universidad de La Habana, del que fue expulsada por no someterse ideológicamente. Cuando el régimen le negó tratamiento y alimentos esenciales, inspiró al Movimiento San Isidro.

Fue entonces cuando Luis Manuel Otero se lanzó a la huelga de hambre y sed junto a otros, en un acto de solidaridad nacido del dolor y la injusticia que ella padecía. Le han negado incluso el derecho a regresar a su país, con la complicidad cobarde de agencias estadounidenses que se pliegan al chantaje castrista. Su voz ha sido bálsamo y espada, y su resistencia inspira a todo aquel que aún crea en la verdad.

Ariel

Ariel Ruiz Urquiola, científico, ecologista y activista, ha llevado su denuncia a las más altas esferas. Expuso la caza y tráfico ilegal de la tortuga carey por parte de empresas estatales. Fue expulsado de la Universidad de La Habana por negarse a encubrir esos crímenes. Ha usado su cuerpo como trinchera: protagonizó huelgas de hambre dentro y fuera de Cuba, donde ha estado al borde de la muerte varias veces por se firme a sus convicciones.

Como no recordar su intervención ante la ONU, cuando la dictadura intentó sabotearlo con gritos e interrupciones. No pudieron. Su voz prevaleció. Aunque hace tiempo no hablamos, sigue siendo un hermano de lucha. Su compromiso con la libertad lo convierte en una de las voces más limpias y valientes del exilio cubano.

La familia Ruiz Urquiola no solo ha resistido. Ha enseñado a resistir con decoro. Ha sufrido sin arrodillarse. Ha hablado cuando otros eligieron callar. Representan, sin exagerar, lo más digno de la Cuba que aún respira bajo las ruinas de un régimen totalitario.

Una gran familia cubana. Un ejemplo para todos.

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