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Por Shareamérica
Los turistas beben cócteles en complejos hoteleros estatales cubanos mientras los niños locales no tienen leche. Los estudiantes venezolanos se sientan en escuelas en ruinas mientras la dictadura ilegítima gasta millones en propaganda y programas informáticos espías.
No se trata de fracasos aislados, sino de síntomas de un plan más amplio. Las crisis económicas de Cuba y Venezuela no son importadas, sino autóctonas.
Ambos regímenes incompetentes llevan mucho tiempo culpando a fuerzas extranjeras y a la presión externa de sus dificultades. Pero la verdad es más sencilla y más condenatoria. Décadas de corrupción, mala gestión económica y enriquecimiento de las élites han vaciado economías que antes funcionaban. Esto ha dejado que la gente común pague el precio.
Cuba, que en el pasado se enorgullecía de sus exportaciones de azúcar y su sistema sanitario, ahora importa azúcar y sufre apagones habituales. Además, padece escasez de atención médica. Sin embargo, según la agencia de noticias española EFE, en 2024 el régimen cubano destinó más del 37 % de su inversión total al sector turístico y hotelero. Esto es más de once veces más de lo que gastó en sanidad y educación conjuntamente. Los hoteles existentes están en su mayoría vacíos, con tasas de ocupación que rondan el 30 %. No obstante, la construcción de nuevos complejos turísticos continúa.
¿Quién se beneficia? Los conglomerados militares cubanos como GAESA, FINCIMEX y CIMEX, y los funcionarios del régimen que los dirigen. Estas entidades dominan los sectores turístico, de remesas y minorista de la isla. Sirven a la élite del régimen, no al público. Los cubanos luchan contra la escasez de combustible, alimentos y electricidad. Mientras tanto, los recursos se canalizan hacia hoteles de playa y proyectos de vanidad vinculados al régimen. Estos proyectos podrían privatizarse para sus gestores de élite cuando el régimen se derrumbe, como ocurrió en la Unión Soviética.
En Venezuela, una bandera diferente ondea sobre el mismo modelo fallido. Este se sostiene gracias a los servicios de seguridad cubanos que vigilan e intimidan a las fuerzas armadas venezolanas. Bloomberg News (en inglés) informa que, en 2024, el régimen de Maduro gastó más de 2.000 millones de dólares en pocos meses, la tasa de gasto más alta del año. Esto ocurrió justo cuando se celebraban las elecciones presidenciales. Aunque ese mismo mes se recaudaron 1.700 millones de dólares en impuestos, el salario mínimo se mantuvo por debajo de los 2 dólares al mes. Esto es menos que el precio de un kilo de queso.
Las noticias de finales de 2023 señalan que el régimen afirmó que duplicaría su presupuesto nacional para 2024 (en inglés) a más de 20.500 millones de dólares, aparentemente para impulsar el crecimiento económico. Sin embargo, según el sitio web de noticias teleSUR, solo se destinaron 180 millones de dólares, menos del 1 %, al sector de salud. Y mientras que la inteligencia militar recibió casi 1.000 millones de dólares para tecnología de contrainteligencia destinada a la represión interna (incluida la de los oficiales militares), solo se reservaron 18 millones de dólares para alimentar a más de 5 millones de escolares. Ese presupuesto supone 3,49 dólares por alumno al año.
La infraestructura de Venezuela refleja estas prioridades distorsionadas. Un acuerdo ferroviario de 7.500 millones de dólares firmado con China (en inglés) en 2009 no ha resultado más que en obras abandonadas. Sin embargo, la deuda sigue pagándose con petróleo a precio reducido. En Venezuela, los apagones dejan regularmente en la oscuridad a grandes zonas del país.
El sitio web en español “El Impulso” informa que un apagón en 2024 afectó a 16 estados. Esto fue seguido de otro apagón pocos días después que dejó a 20 estados sin electricidad durante más de 12 horas. La culpa es de años de negligencia, robo y corrupción del régimen.
Esto no son errores de las políticas, son características de sistemas económicos creados para preservar el poder autoritario.
Los pueblos cubano y venezolano son ingeniosos y resilientes. Sin embargo, ni todo el ingenio del mundo puede superar sistemas que priorizan la propaganda, el poder y el beneficio personal de líderes políticos corruptos y élites por encima del bienestar del pueblo.
La comunidad internacional debe seguir denunciando la falta de libertad, la corrupción, el nepotismo y la mala gestión económica de estos regímenes. También debe amplificar las voces del pueblo cubano y venezolano que reclaman acceso a la atención sanitaria, la electricidad, el combustible, los artículos de higiene básica, los medicamentos y los alimentos que faltan en los estantes.
La comunidad internacional debe amplificar las voces de los pueblos cubano y venezolano que reclaman la posibilidad de relacionarse económicamente con el mundo exterior. Ellos desean hacerlo libres de los controles represivos de los regímenes corruptos.
El cambio real comienza con la transparencia y la rendición de cuentas. También requiere un modelo económico que se centre en los ciudadanos, y no en los funcionarios del régimen.
Las crisis económicas de Cuba y Venezuela no fueron importadas. Fueron construidas, piedra a piedra, por regímenes que siguen eligiendo el control absoluto y el enriquecimiento personal por encima de la libertad. (Texto publicado en la página web de la Embajada de Estados Unidos en La Habana)