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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Para Sir Winston Churchill, el político debe ser capaz de prever lo que va a ocurrir mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido. Si tomamos al pie de la letra las palabras del otrora jefe de gobierno británico, no hay políticos en Cuba.
La clase política cubana no avizora nada, no prevé, ni intuye. Tampoco adivina, porque el político tiene que ser inteligente, ladino, suspicaz, cosas que escasean en esos sitios en los cuales se ha decidido el destino de Cuba por muchos años.
Hubo alguno, el tirano mayor, que fue inteligente y despiadado, como casi todos los políticos que se arriman al poder y lo disfrutan por mucho tiempo, sin oposición. Luego, los sucesores, y los que intentan hacer política a escala intermedia, son una plaga que lo destruye todo, una columna de mediocres que solo saben vivir del poder, exprimirlo, disfrutarlo, olvidados por completo de los de abajo.
Martí también disertó sobre la buena política, pero lo que dijo el más grande e ilustre de los cubanos solo lo usan cuando a los que gobiernan les conviene, cuando quieren sacar rédito, adoctrinar, o confundir.
Ahora mismo, quienes están en el poder constituyen lo peor de la sociedad cubana. Somos unos desgraciados los cubanos por permitir que haya caneles y marreros al frente del país, al menos nominalmente. Lo que están haciendo no tienen perdón y nosotros, todos, seguimos con los brazos cruzados, como si todo fuera normal, porque nos preocupa más pensar en el cartón de huevos que no encontramos, o que si aparece supera los cuatro mil pesos, que la vida de los desgraciados de Imías y San Antonio, por ejemplo.
En los últimos tiempos, cuando los huracanes han pasado por Pinar del Río, a los damnificados les han vendido techos, cemento, madera, colchones, a mitad de precio. En Imías, San Antonio y Baracoa están haciendo lo mismo. Y yo me pregunto si no tiene el país un fondo de emergencia con el que pueda adquirir esas cosas y entregárselas gratis a esos que han perdido todo, por no prever, los que gobiernan, lo que podía pasar.
Hace unos días, un temporal enorme asoló la comunidad valenciana, en España. Hasta ahora hay 200 muertos, o un poco más, pero pueden superar los mil, porque hay cientos y cientos de desaparecidos. El gobierno central no alertó a tiempo, el comunitario tampoco. Los políticos se manejaron mal, pero hicieron algo que merece mérito: la comunidad destinó 250 millones de dólares para los damnificados. Un multimillonario donó cuatro millones, el Real Madrid uno. Gente con dinero se sumó a las donaciones y el gobierno se abrió a las ayudas. Eso es inteligente.
La Cruz Roja abrió una cuenta para los donantes. De varios lugares del mundo comienzan a llegar caravanas con enseres, comida, agua. Aviones aterrizan con equipamiento, y en el más grande de todos los gestos: una columna enorme de personas de los alrededores bajó a los lugares anegados por el agua y el lodo a limpiar, a buscar fallecidos, a llevarles comida al resto, pomos de agua. Todo eso ocurrió y ocurre en el capitalismo salvaje, como le dicen en Cuba a las sociedades de consumo.
En las redes sociales se podían encontrar miles de anuncios: «tengo comida elaborada en casa». «Si alguien necesita esto o aquello que pase». Las personas compraban el doble de lo que necesitaban para una semana para donar la otra. Y en Cuba, solo unos pocos locos, medio aventureros, se atrevieron a irse a Guantánamo a ayudar. ¿Es menos solidario el cubano que el español común?
También es solidario el cubano, solo que no tiene cómo. Vive tan paupérrimamente el cubano que no tiene nada para dar, porque tampoco tiene para él. Y los que gobiernan, los que deberían tener un fondo de emergencia para socorrer, son tan hijos de puta que venden, supuestamente, a mitad de precio, lo que los hermanos de Guantánamo necesitan.
Es así. Los que no prevén nada nunca, los que consideran que lo provocado por Oscar no se pudo evitar, ahora le venden colchones, ropa de cama, módulos de aseo a los pobladores de Imías, Baracoa y San Antonio del Sur.
Y uno puede preguntarse por qué no fueron previsores y crearon una reserva para esas ocasiones, para donarla, no para venderla. O también nos podemos cuestionar qué hacen con el dinero de las donaciones desde el exterior, por ejemplo.
Porque para el cubano común, humilde, desamparado, no hay nada, pero hay recursos para hacer un congreso de la UNEAC que cuesta millones de pesos y gastos enormes en combustibles y alimentos, para no solucionar absolutamente nada. No hay combustible para llevar comida, pero sí para mover decenas de vehículos de dirigentes con las ventanillas altas, para que no se escape el aire del interior de sus refrigerados vehículos.
La mayoría de los países del mundo no merece los políticos que tiene. Cuba menos. La casta política que dirige a Cuba no aprende de sus congéneres de otros lugares. Por sus cabezas, solo adiestradas para mandar y reprimir, no pasa la idea de que el pueblo viva mejor, porque ese don lo tienen reservado solo para ellos y su familia. No son empáticos y de prever, nada de nada.