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Los jefes de Michel Torres Corona no dan puntada sin hilo

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Por Alina Bárbara López Hernández ()

Matanzas.- Hace un par de días, varios amigos me alertaron de la mención que sobre mí hiciera Michel Torres Corona en un post de Israel Rojas. Rojas, cantante del dúo Buena Fe, anunciaba su participación en el podcast La sobremesa, de La Joven Cuba, estrenado hoy.

A Torres Corona, supuestamente, no le gustó que Rojas aceptara la invitación a conversar con Mariana Camejo, actual directora. Esto ocurrió a pesar de que el cantor se resguarda al aclarar que hubo una etapa en que dejó de seguir a LJC (imagino en qué etapa fue).

Pero tal aclaración no le sirvió de nada. En opinión de Michel Torres, La Joven Cuba continúa siendo «contrarrevolucionaria». Enfatiza que lo era en la etapa en que «se convirtió en plataforma del odio desmesurado y del discurso reaccionario encabezado por la doctora Alina López». Y lo sigue siendo «al defender la restauración del capitalismo de forma tácita o expresa».

Que MTC me acuse de odio desmesurado y de un discurso reaccionario, más bien, me hace temer que quieran ofrecerme ser parte de Con Filo. Esto es porque mis escritos y acciones jamás han tenido esa tónica, que sí distingue a su programa.

El objetivo de estas líneas no es polemizar con la valoración del «popular» conductor televisivo. Tampoco cuestiona la invitación al cantante y su decisión, muy respetable, de asistir al referido espacio.

Este post no es defensivo, sino analítico. Los que mandaron a MTC a cumplir una tarea en el perfil de Rojas, cometieron un costoso error: llamaron mi atención.

Y basta de preámbulo. Entro en materia.

No es un secreto para nadie que Con Filo, Las razones de Cuba, La Pupila Asombrada, La Mesa Redonda, Cuadrando la caja, son programas que forman parte de una estrategia mediática. Esta estrategia se diseña en las oficinas del Departamento ideológico del Partido.

Personas como Torres Corona, cadete del Minint y graduado de Derecho, ducho en las ciberbatallas. No hacen ese tipo de valoraciones en un perfil de gran visibilidad sin una decisión del mando superior.

No se trata entonces de lo que dijeron respecto a mi persona. Se trata del marcado interés por desacreditar a LJC al colocarle la etiqueta favorita del poder a sus enemigos: «contrarrevolucionarios».

Si al Departamento ideológico del Partido y a los órganos de Seguridad del Estado les conviene desacreditar a LJC, surge una pregunta importante. ¿Con qué objetivo lo hacen?

Siempre hay que buscar lo real detrás de lo aparente, hacerse preguntas, dudar. Si los principales restauradores del capitalismo son los gobernantes cubanos, ¿puede molestarles que alguien apoye esa idea?

Cuando al poder le molestó algo de LJC, siempre fueron complacidos. Se censuró o se sacó del medio a las personas señaladas como incómodas. Así se volvió a convertir en lo que fue desde su génesis: un espacio que apunta a las consecuencias y no a las causas. Considera decisiva en la crisis nacional a las sanciones norteamericanas, y jamás cuestiona la naturaleza del poder y su estructura: partido único, sistema electoral, represión.

De modo que, si LJC no es el enemigo porque no se desmarca de lo políticamente correcto, surge una duda. Apenas apuesta por mayor prosperidad pero no por mayor libertad. ¿A qué viene ese ataque gratuito a un espacio que puede favorecer la imagen de Israel Rojas, siempre fiel, como su apellido, al susodicho sistema político cubano?

Las incoherencias

Aquí hay una falta total de coherencia. El ataque de Torres Corona, es decir, de los que deciden este tipo de ataque, tendría credibilidad solo si LJC recibiera el tratamiento que habitualmente da el aparato. Esto, a los medios y personas que considera «de verdad» contrarrevolucionarios.

Conste que soy incapaz de sugerir una cruzada represiva contra ese proyecto. Creo que LJC tiene todo el derecho del mundo a sostener su agenda, igual que el resto de los medios independientes a sostener las nuestras. Sin embargo, no quieran vendernos gato por liebre.

El día en que los colaboradores de LJC empiecen a ser citados a «entrevistas», se revelaría algo importante. En que sus directivos sean separados, o amenazados al menos, en sus centros de trabajo, todos instituciones del estado. En que su exdirector sea impedido de viajar a Cuba como nunca ha ocurrido. Esto ni en la etapa «reaccionaria» ni en la actual. Cuando sus almuerzos de trabajo sean rodeados por agentes de Seguridad del Estado y los invitados a su espacio La sobremesa sean enjuiciados y criticados, entonces serán ustedes un enemigo creíble del poder.

Mientras tanto, debemos desconfiar de ese intento de criminalización. El aparato sabe muy bien que al señalar a alguien como enemigo suyo, se lo legitima ante la opinión pública.

Están desacreditados en las alturas, pero si la vida les da limones hacen limonada, que es la base de todo como bien sabemos 

La pregunta sigue siendo la misma: ¿qué pretenden al presentar a LJC como un medio contrarrevolucionario? Estaremos al tanto. Ustedes, los jefes de Michel Torres Corona, no dan un paso sin un objetivo final

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