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LOS CUBANOS VIVIMOS EN SHOCK MIGRATORIO: ¡TENEMOS QUE SALIR!

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Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Los cubanos necesitamos empezar a salir del estado de shock migratorio en que estamos. No se puede malinterpretar políticamente el acto masivo de irse del país que está ocurriendo. Significa exactamente eso.
Los que nos hemos quedado tenemos que salir de ese estado y hacernos responsables de nuestro destino y la única forma realmente eficaz de hacerlo es política.
Lo que nos afecta en todos los planos de desarrollo y plenitud personal y social puede resumirse a la capacidad que tienen otros de perturbar, interferir y dañar nuestros proyectos de vida -o los de nuestros semejantes- sin que podamos detenerlos o disuadirlos, mucho menos castigarlos. Esto último es la definición de la impunidad que ostentan.
Nunca el repliegue a lo privado ha frenado a los que se han adjudicado ese poder. Lo detentan en la esfera pública, precisamente porque históricamente han sido capaces, en primer lugar, de causarnos daños a nosotros y a nuestros semejantes en la esfera privada.
No existe en ella algo que podamos llamar último reducto, salvo el tomar conciencia de nuestra situación y la determinación de cambiarla.
Una vez que hagamos esto tenemos que encontrar las formas en que nuestros compatriotas dispersos por el mundo nos apoyen y alienten, en que nos comprendan, pero también las de ofrecerles a ellos, junto a nosotros y nuestros empeños, el respeto, el lugar y la oportunidad que les fue negada siempre.
No existen dos Cuba en el dolor, la tristeza y la esperanza: es una sola.
Es cierto que la mayoría de ellos nunca más regresará a Cuba y que serán absorbidos por las sociedades que los han acogido, pero también lo es que fueron expulsados por un estado de cosas económicas, sociales y políticas que no pudieron evitar ni detener, que aquí dejaron lo que más aman y lo que les da, no importa el lugar en que estén, el sentido, la referencia e identidad, de lo que realmente son.
No podemos saber cuándo encontraremos esa determinación política, pero es el único camino para los ciudadanos cubanos. Tenemos las metas, las claves de cómo intentarlo con éxito y el anhelo de sus consecuencias.
La Cuba que queremos que sea no puede ser la hermana gemela de la otra que nos aborrece y desprecia o será también fratricida, corrupta y abominable.
La Cuba que queremos necesita dejar de ser un sueño. No podemos vivir nuestras vidas en la vida de otros, tampoco en la ausencia de los que amamos: “A la ausencia no hay quien
se acostumbre. Otro sol (…) no es tu sol, aunque te alumbre”.
Tenemos que seguir, seguimos.

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