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Por Sergio Barbán Cardero ()

Miami.- A nuestros hermanos mexicanos, colombianos y a todos los pueblos que aún pueden elegir su destino: los cubanos estamos regresando del futuro. Y no lo decimos con arrogancia ni superioridad. Lo decimos con el peso de las ruinas a cuestas, con las maletas rotas del exilio, con la tristeza de haber visto cómo se apaga una nación mientras algunos aplauden creyendo que están construyendo un paraíso justo.

Si quieren ver el futuro de una “dictadura igualitaria”, no miren más lejos; ahí está Venezuela. Y si quieren ver lo que sigue después, miren a Cuba. Esa es la línea del tiempo, promesas de justicia social, discursos de redención para los pobres, y luego… represión, censura, colas, miedo, hambre, éxodo.

Porque repartir la pobreza no es justicia. Porque igualar a todos hacia abajo no es equidad. Porque cuando el Estado lo controla todo, hasta el pensamiento, lo que queda no es una sociedad justa; es una prisión con bandera.

Y si aún dudan de lo que decimos, no miren hacia La Habana. Miren a su alrededor, en este mismo momento, hay cientos de miles de cubanos diseminados por todo el continente. Muchos de ellos están ahora mismo en México, muy cerca de ti, a las puertas de un sueño que no pudieron alcanzar en su tierra. Pregúntenles: ¿por qué arriesgaron la vida, atravesaron selvas, ríos, desiertos, con niños a cuestas, dejando atrás a sus familias? ¿Qué los empujó tan lejos? ¿Qué los obligó a huir?

¿Por qué los cubanos arriegan tanto?

Y permítanme hablarles, por primera vez, desde lo más personal. Soy padre de tres hijos. Dos de ellos cruzaron por la selva de Venezuela a Colombia, el tercero se lanzó al mar. Por suerte y gracias a Dios, los tres llegaron con vida a Estados Unidos. Pero esa suerte no la han tenido todos. Muchos padres han perdido a uno, o incluso a más de un hijo, en ese intento desesperado de escapar de la miseria, del miedo, del estancamiento sin fin.

¿Y por qué arriesgar tanto? ¿Qué país obliga a sus hijos a elegir entre sobrevivir o morir en el intento? ¿Qué revolución se sostiene si sus jóvenes prefieren huir que quedarse?

Nosotros ya escuchamos esas promesas. Nos prometieron pan para todos y nos quitaron la libertad. Nos hablaron de salud y educación gratuitas, y hoy tenemos hospitales sin medicamentos y escuelas donde se adoctrina más que se enseña.

Nos dijeron que los ricos eran el problema, y terminaron creando una nueva élite; la del partido, la de los militares, la de los hijos de los jefes. Esa élite vive como millonarios, mientras el pueblo revuelve cazuelas vacías.

Las dictaduras solo reparten miseria

A los jóvenes que hoy militan por un “nuevo modelo” inspirado en Cuba o Venezuela, les decimos: nosotros también fuimos jóvenes y también creímos. Pero ahora somos los padres de los hijos que cruzan selvas, se lanzan al mar o duermen en estaciones de autobús en países extraños buscando lo que se les negó en su tierra. ¡FUTURO!

No se dejen engañar. Las dictaduras no reparten justicia, reparten miseria. No crean que la libertad es un lujo burgués: es la única garantía de que el pan no venga con humillación y que el médico no te pregunte por tu ideología antes de atenderte.

No es casual que los pueblos que abrazan estos regímenes terminen huyendo. No es casual que donde hay más “igualdad” haya más hambre. Y no es casual que los que aún pueden hablar, sean los que nunca se callaron.

México, Colombia, América Latina. Ustedes aún están a tiempo. A tiempo de no cometer el error. A tiempo de ver que Cuba no es un modelo, sino una advertencia. Que Venezuela no es una esperanza, sino un espejo trizado.

Nosotros ya vivimos ese futuro. No caminen hacia él.

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