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Por Manuel Viera ()

La Habana.- Con lo de los carnavales, estoy seguro que habrá personas que no estarán de acuerdo. En lo personal respeto el criterio de quienes critican duramente los carnavales y las fiestas en momentos de crisis, en medio de apagones y escasez de todo. Siin embargo yo prefiero no criticar esas fiestas populares a las que asisten los cubanos.

Muchos lo critican. Lo ven como prestarse al circo gubernamental en medio de las carencias. Y sí, es cierto que es parte del circo, pero el asunto va mucho más allá y debe ser visto como un fenómeno social, arraigado, tradicional y de raíces profundas.

Durante años visité poblados en los que, de forma voluntaria, lo mismo he vendido pizzas detrás de un quiosco, que he molido maíz para frituras y tamales, vendido viandas o panes con lechón en ocasión de ferias o fiestas populares.

En esos lugares aprendí mucho. Aprendí que en las ciudades fuera de la capital, en los municipios lejos de las capitales provinciales, la economía doméstica de miles de familias cubanas depende de ello.

Miles de comerciantes esperan meses para trabajar, muchos se convierten en nómadas y se trasladan de una fiesta a otra, incluso en muchas familias el negocio se ha heredado durante generaciones. De ello depende el plato en la mesa de miles de familias, la alimentacion de muchos niños durante meses.

El tema tiene muchísimo peso en las provincias centrales de Cuba, pero es en el oriente donde alcanza su mayor relevancia, ya sea en ferias los fines de semana o en carnavales, semanas de la cultura, fiestas locales etc. Allí la tradición es de enorme importancia.

El beneficio a la economia local de estos poblados y ciudades es inmenso pues el dinero fluye de mano en mano y muchos cubanos obtienen de una u otra forma algún beneficio económico que va a mejorar sus maltrechas vidas. Y se beneficia desde el vendedor de alimentos, los taxistas, el que renta un baño o un cuarto, los que hacen trajes o venden ropas, los campesinos que crian cerdos o producen viandas, los bailarines… para el estado el beneficio es sencillamente dar la imagen de que todo está bien.

Créanme que respeto el criterio de todos aquellos que critican estos eventos, que sí, es cierto que son parte del circo pero del que dependen miles de familias.

No creo que asistiendo o dejando de ir a una feria o un carnaval en Niquero o en La Maya se esté apoyando o se vaya a cambiar al régimen cubano. Lo veo como un mal necesario en medio de tanta escasez, hambre y miseria, y personalmente sobre ese tema prefiero callar. Ni apoyo, ni crítico ¡Punto!

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