Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Eduardo González Rodríguez ()

Santa Clara.- Estamos rodeados de gente que no soporta dar explicaciones. Más terrible aún, hay personas que, ante la ausencia total de argumentos, grita, ofende y te endilga sus mismos vacíos espirituales. Odiadores, dicen. Mercenarios, dicen. Marginales, dicen.

Pero, bueno, uno debe de seguir explorando, preguntando, fastidiando. Y equivocándonos también, ¿por qué no?. Si hay gente que se reúne diez años para hacer un estudio social (dicen que científico, dicen que multidisciplinario) para ordenar y mejorar la calidad de vida del pueblo y terminan por hacer un desastre que, primero, hay que reodenar, luego, seguir reordenando, y por último, olvidar como si aquí no pasara nada, por qué uno tiene que quedarse callado, ¿verdad?

Si nos buscamos un bloqueo por nacionalizarlo todo: empresas, negocios, bodegas, hostales, casas de juegos, restaurantes y teatros porque «la sociedad privada es enemiga del socialismo» y el proletariado sería dueño de su propio destino, ¿por qué hay que aceptar ahora, y en silencio, que nos privaticen el país, y nada menos, que por culpa del bloqueo?

¿A qué estamos jugando aquí? ¿En serio nos quedamos sin memoria? ¿Se improvisa o no se improvisa, compañeros?

A estas alturas del campeonato hablar de liberar las fuerzas productivas es muy significativo. Todo indica que estaban amordazadas. ¿Por quién? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para el bienestar de quién?

No sé si se habrán dado cuenta de que ninguna opinión de un ciudadano de este país, por muy equivocada que esté, fue la que provocó la ausencia de los 19 productos (eran 19, ¿no?) de la canasta básica.

La culpa no es del pueblo

No son las opiniones del pueblo, por absurdas que parezcan, las que causan la rotura de una termoeléctrica, ni la escasez de harina para el pan o la falta de medicamentos. Tampoco fue por decisión ciudadana que tengamos una deuda astronómica que afecta, y afectará durante mucho tiempo, la estabilidad financiera de Cuba, y por consiguiente, su credibilidad internacional.

Si me parece absurdo no entender que es difícil ser amoroso cuando uno tiene hambre, cuando no hay transporte, cuando estamos apagados, sin medicamentos, sin abrir la boca por miedo a que nos señalen con el dedo, más absurdo me parece encontrar gente buena, cariñosa que, no obstante sus carencias y miserias, tienen todavía amor para dar, un chiste que contar y un café para compartir.

Y me parece absurdo porque hay tipos con carro, con electricidad, con la bodega llena, estrenando ropa y zapatos importados, que cuando se paran frente a un micrófono desbordan inconformidades y amarguras.

Además de absurdo, es injusto y desvergonzado. Sobre todo porque, siendo culpables de muchísimas cosas, se aplauden a sí mismos y parecen estar anclados para siempre a un capitalismo duro barnizado con aquella propaganda socialista que les funcionó en los años 70.

Pero tranquilos, dicen por ahí que pronto llegará a nuestro planeta una comunidad extraterrestre disfrazada de meteorito. A lo mejor ellos logran comprender lo que aquí ya nadie entiende y con sus escopetas de rayos láser obliguen a unos cuantos a dimitir y bajarse de la nube. ¡Ojalá!

Deja un comentario