
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Redacción Nacional
La Habana.- En el país donde no hay mendigos sino disfrazados, tampoco hay violencia sexual, sino estadísticas que “se revisan”. Pero el informe del Observatorio de Cuba sobre Igualdad de Género, adscrito a la propia Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), acaba de ponerle cifras al dolor: Las Tunas, ese balcón donde el sol llega primero, cerró el 2024 con una de las tasas más altas de violencia sexual en todo el país.
Veintidós mujeres fueron víctimas de agresión, acoso o abuso. Una cada dieciséis días. Una cada esquina. Una que probablemente conocías. La tasa es de 10,85 hechos por cada 100 mil mujeres. El doble de la media nacional. El doble de la vergüenza.
Es cierto que los femicidios descendieron de cuatro a dos —cosa que los voceros del régimen celebrarán como quien celebra que te amputen un pie y no los dos—, pero no hay victoria cuando dos mujeres fueron asesinadas por ser mujeres, en un país que ni siquiera incluye el término “femicidio” en su código penal.
Mientras tanto, Cuba reportó 76 asesinatos machistas a nivel nacional. Una subida del 31 % respecto a 2023. La mayoría ocurrieron en zonas rurales. El 71 % de las víctimas eran madres. Setenta niños y niñas quedaron huérfanos. Y el 72 % de los asesinos fueron sus propias parejas o exparejas. ¿Qué nombre tiene un país donde amar significa morir?
Las Tunas, junto a la Isla de la Juventud, lidera también en violencia sexual judicializada. En el caso tunero, 10,85 por cada 100 mil mujeres. En el caso pinero, 32,10. Cifras que harían temblar a cualquier gobierno decente. Pero aquí, como siempre, la culpa es del bloqueo, del algoritmo, o de algún exiliado que critica desde Miami.
Y mientras todo eso ocurre, las víctimas más frecuentes siguen siendo las adolescentes de entre 15 y 17 años. Jóvenes delgadas, de voz frágil, que cargan mochilas escolares y sueños aplazados. Viven en campos donde no hay wifi pero sí agresores. En casas donde nadie las oye, pero todos las juzgan.
La Cuba que diseñaron los herederos de la sierra sigue siendo tierra fértil para la violencia que no se nombra. El Observatorio dice que tiene tolerancia cero. El Partido dice que trabaja por la equidad. Y los noticieros pasan de largo.
Aquí no basta con recitar datos. Aquí se exige justicia. En Las Tunas, como en toda Cuba, hay un país que sangra en silencio. Y una generación que se cansó de limpiar la sangre sin preguntar de quién era.