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Por Renay Chinea ()
Barcelona.- Jajajajajaja, ¡ay que me descojono…! Yo conocí los buldozers por ese sujeto. Por órdenes de estos dos pájaros que ahora se dirigen, en la pala de una retrocavadora, a un vertedero municipal de escombros, se aparecieron 11 máquinas soviéticas DT-75… y arrasaron una plantación frutal que había casi centenaria, en mi casa.
Estos tipos inventaron el hambre, en Cuba, uno de los 25 países con la mejor gestión alimentaria del mundo.
Cuba gozaba de ser un Sultanato azucarero. Llegó a producir la mitad de la exportación mundial, de la droga más legal y preciosa del universo: El Azúcar.
Y estos dos elementos, desmantelaron ese país como aquellos muñequitos checos, —Los Chapuceros— que se cargaban todo escenario, a fuerza de torpezas y chapuzas… mientras la gente reía y aplaudía, bajo su régimen de fusilamientos y terror.
Un día estaba yo en Rosario. No es como predicó Martí… que “hemos luchado como hombres y a veces, hasta como Gigantes…!”
¡No!: Nos hemos visto envueltos en unas piltrafillas de conversaciones… en escabrosas enumeraciones de absurdos, explicándole al mundo la fórmula del agua tibia, de que El Comunismo es malo… que a veces nos da pereza.
A nosotros nos han podido los imbéciles. Se nos ha escabullido Brecht, con que son tiempos de explicar lo obvio. No hemos sabido explicar lo que sabemos: ¡Cuba es un estado fallido! Y ellos han vencido descomunalmente, cuando blasfemaron, que nosotros eramos los malos. Que nos ibamos a Miami a comprar perfumes, como me dijo un cabezepinga una vez… antes de comprender que debía enmudecer por un rato, a bordo de un ferry sobre las turbulentas aguas del Río Paraná.
Estaba yo en Rosario. Iba a abordar “un colectivo”. Una guagua, un bus. Y de pronto, noto que me habían vendido un tíquet, con la cara del esperpento de la foto, nacido en Rosario.
Mi mejor amigo argentino se hizo uruguayo. Y nos visitamos ad honore casi cada año. Paso en su casa de diseño Anglo-Colonial, en Punta del Este, largas temporadas. Solo va a argentina cada 4 años, a ejercer el voto, contra la obra de estos monigotes.
Tomé el teclado… y le dirigí una carta al periódico más importante de la ciudad: “Quiero mostrar mi más absoluta estupefacción, como cubano libre, al ver que el honorable Gobierno de Rosario, comete impunemente el crimen, de enaltecer al extranjero que más cubanos ha fusilado en nuestra historia… y bla bla bla en nombre de la sangre y la historia común… bah… un, fui fá… tá… váyanse pa la penga pue í pallá… rá rá rá.
La foto de la retrocavadora, tirándo la basura, me lleva directamente a aquella otra de García Márquez: “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.”
Porque era inevitable: esos dos fabricantes de hambre, impusieron el buldocer y exterminaron la abundancia con la misma tabla rasa con que los borran ahora a ellos, en un recóndito paraje mexicano. Simplemente creo que es un destino inevitable. Sencillamente el destiempo histórico no salva de la guadaña. El descompás histórico no anula el veredicto.
El gran poeta Leopoldo Lugones, hacia febrero de 1938, se alquilo una habitación en un hotel rodeado de naturaleza en el Delta del Río La Plata, y se pidió un whisky. Le añadió una dosis de Cianuro de potasio y se suicidó.
Su hijo, el militar Polo Lugones, se convirtió en la mano torturadora del dictador Uriburo, en la Década Infame (1930-1943). Desarrollo, una herramienta eléctrica para sacrificar el ganado en los grandes mataderos, como método de tortura de los prisioneros.
Su hija Piri, en la subversión de los 70’s fue detenida por los militares, quienes le aplicaron la picana, el invento de su padre y no pudo sobrevivirla.
A la carta que me publicó el periódico “La Capital”, le respondió un señor: Amadeo Caviglia. En su respuesta abundaba el agradecimiento y la exaltación a mis palabras. La sorpresa de tan honorable actitud y la invitación a conocernos personalmente.
Cuando la familia de Elina leyó esa respuesta, mi suegra empezó a hurgar en unos papeles: El Doctor Amadeo Cabiglia, había sido el médico pediatra que recibió el alumbramiento de Elina. Y así constaba con su sello y firma, en su acta de nacimiento.
—Tenemos que conocernos un día, me dijo al teléfono. Voy a emprender acciones legales contra esta descabellada iniciativa del gobierno.
No sé por qué razón, nunca llegamos a juntarnos. Semanas después, me di cuenta, que la imagen del payaso, había desaparecido de los boletos.