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Por Yoyo Malagón ()
Nueva York.- Joan Laporta, ese hombre que siempre parece estar a punto de sacar un conejo de la chistera pero termina mostrando un pañuelo sucio, ha vuelto a quedarse con el gesto torcido. Nico Williams, el delantero del Athletic que el Barça llevaba meses cortejando con promesas de Champions y fotos en el Spotify Camp Nou, ha preferido renovar hasta 2035 en Bilbao.
Y ha renovado no con una cláusula cualquiera, sino con una que parece diseñada para decir: «Aquí no me compra ni el emir de Qatar».
Laporta, que ya había puesto la banda sonora de Welcome to Barcelona en su teléfono, ahora debe explicar por qué Nico firmó sobre un mural vandalizado por fans culés, como si fuera un acto de rebeldía adolescente.
¿Motivos? Ah, los hay. Nico, dicen, quería garantías de inscripción —esa palabreja que en el Barça suena a ciencia ficción—, pero Laporta solo podía ofrecerle un «confía en mí, como con Dani Olmo».
Y claro, cuando Tebas está de por medio con su calculadora y el club sigue en modo fire sale, hasta el más iluso entiende que fichar por el Barça es como comprar un billete de lotería con el número tachado. Además, Nico tiene corazón: prefirió la Champions con el Athletic (sí, eso existe) que jugar a la ruleta rusa con LaLiga.
La historia se repite: buscarán un «plan B» que acabará siendo un «plan F» de fracaso. Podrían ir a por un jovencito brasileño con nombre de samba (¿Gabriel Moscardo?), otro francés lesionable (¿Ousmane Dembélé 2.0?), o incluso reciclar a algún exjugador como Coutinho, que por cierto, sigue siendo el fichaje más caro y peor de la historia culé: 140 millones para que el Bayern lo usara de lanzador en el 2-8 de Lisboa.
Tampoco olvidemos a Griezmann, el hombre que costó 120 millones y acabó devuelto al Atlético como un paquete de Correos.
Ahora, tras las calabzas de Nico, el discurso va cambiando. Ya dicen algunos de los voceros de Laporta que el vasco era la segunda opción. La primera, dicen, el colombiano del Liverpool Luis Díaz.
Ahora toca hablar de Díaz. Y montar la novela de turno. Otra más.
En el fondo, sin embargo, Nico hizo bien. El Barça ya no es el destino soñado, sino un laberinto financiero donde hasta los jugadores estrella acaban perdidos. Laporta, mientras, seguirá vendiendo palancas e ilusiones, pero hoy le duele. Y no es para menos: le han plantado en el altar, con el Athletic de testigo y el mundo viendo cómo el «sí, quiero» se convirtió en un «mejor no».
Ironías del fútbol: el club que despreció a Cruyff con su «el que dude no nos sirve» ahora es el que queda dudando en el espejo.