
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Yoyo Malagón ()
Madrid.- Lo de Lamine Yamal tiene algo de prodigio y mucho de espejismo. Juega al fútbol con una naturalidad que asusta, como si llevara toda la vida haciendo lo que hace, que es casi todo, y bien. Pero de pronto suelta unas declaraciones sobre el Balón de Oro que hacen preguntarse si no habrá confundido la cancha del Camp Nou con un videoclip de reggaetón en el que él es el protagonista absoluto. Dice que se merece ganar no uno, sino varios Balones de Oro. Y uno piensa: claro, y yo me merezco una casa en la playa, pero de ahí a que me la den…
La temporada pasada, Vinicius Junior fue el mejor jugador de Europa en un equipo que ganó todo. Fue decisivo en Champions, en Liga, en momentos clave. Fue electricidad pura, espectáculo y eficacia. Le robaron el Balón de Oro como se roba una cartera en el metro: con descaro y sin que nadie ponga demasiado empeño en devolverla. Ahora Yamal, que acaba de tener una muy buena temporada —nada más, pero tampoco nada menos—, ya se ve recogiendo el trofeo. Como si el fútbol fuera una cuestión de fe, y no de hechos.
Yamal ha sido bueno, muy bueno incluso. Pero comparar su temporada con la de Vinicius es como comparar un fuego artificial con un volcán: uno ilumina el cielo unos segundos; el otro lo cambia todo a su paso. Vinicius no solo ganó, sino que fue el alma de cada victoria. Yamal ha sido un complemento de lujo en un Barça que no ha ganado nada importante. No es lo mismo. No debería serlo.
Hay algo de insolencia en sus palabras, pero no la insolencia divertida de los jóvenes que se creen invencibles, sino la que delata una burbuja de cristal tan grande que ya no deja ver lo que hay fuera. Se cree superior. Lo dice sin pudor. Y quizá lo sea, pero el fútbol no es una cuestión de superioridad, sino de momentos, de títulos, de golpes de efecto en las noches que importan. De eso, de momento, Yamal tiene poco.
Merecer, claro que merece. Merecemos todos. Lo que hace falta es ganarlo. Y para ganarlo, hay que hacer más que promesas y gestos técnicos. Hay que marcar épocas, como hizo Vinicius la temporada pasada, aunque luego el Balón de Oro se lo llevara otro. Porque el fútbol, al final, es eso: no lo que mereces, sino lo que conquistas. Y hasta ahora, Yamal ha conquistado buenos titulares y mejores highlights, pero poco más.
Queda tiempo, claro. Tiene 18 años y un futuro que pinta brillante. Pero el Balón de Oro no se gana con pronósticos, sino con realidades. Y la realidad, hoy por hoy, es que sus declaraciones saben más a spoiler de algo que aún no ha pasado que a reflexión de algo que ya ha ocurrido. Ojalá lo gane (ojalá que no, porque significará que el Barcelona ha ganado algo). Pero primero, que gane algo importante.