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LA VERDADERA MEDALLA ESTÁ EN SER LIBRE

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Por Redacción Deportiva

Santiago de Chile.- A veces, escapar también es un acto de valentía. Mucho más si lo haces vestido con un judogui, cargando en la espalda no solo el peso del kimono sino el de una nación que te observa desde lejos, que te reprime desde dentro y que te marca con la palabra “traidor” en cuanto cruzas una frontera sin permiso.

Eso fue lo que hicieron Héctor San Román y Naomis Elizarde. Él con 24 años, ella con 27. Dos atletas cubanos que decidieron no regresar a la isla tras competir en el Campeonato Panamericano y de Oceanía de Judo, celebrado en Santiago de Chile. La delegación cubana regresó a La Habana con menos equipaje del que trajo; dos menos en la lista de pasajeros del vuelo de vuelta, y mucho más en la lista de “traidores” que la Seguridad del Estado lleva con esmero en sus oficinas de La Habana.

Se separaron del grupo en silencio, como se hace cuando se conspira para ser libre. Lo que siguió fue una solicitud formal de refugio ante las autoridades chilenas, un proceso que no es simple, pero que se vuelve urgente cuando detrás te persigue la historia de una patria que castiga con cárcel, silencio y escarnio público.

Chile les ofreció una oportunidad: tres etapas para regularizar su estatus. Primero, una residencia temporal que deben renovar cada ocho meses. Luego, una investigación que determine si regresar a Cuba les pondría en peligro. Por último, una decisión que puede convertirlos en refugiados o deportados. Pero ya dieron el paso más difícil: decidir no volver.

Las razones, si usted ha vivido en Cuba, no necesitan explicación. Y si no ha vivido en Cuba, tampoco la entendería. La falta de libertad, la persecución por pensar diferente, el hambre, los apagones, la propaganda obligatoria, el control estatal hasta del oxígeno que respiras. Es un país que exprime hasta el alma de sus deportistas, y luego los exhibe como vitrinas de éxito mientras les niega el derecho básico de elegir.

No son los primeros. Tampoco serán los últimos. Desde 2021, las deserciones de atletas cubanos se han vuelto una constante. Lo mismo en béisbol que en boxeo, lo mismo en natación que en atletismo. Se fugan en México, en Estados Unidos, en España, en Francia, en Chile. Donde haya una delegación cubana, hay una posibilidad de huida. Donde hay un aeropuerto, hay una esperanza. Donde hay un sueño, hay un plan de escape.

Hoy, San Román y Elizarde no están entrenando para los Juegos Olímpicos. Están entrenando para sobrevivir en un país nuevo, con un idioma parecido pero con reglas muy distintas. Y, sobre todo, con la certeza de que ya no serán más peones de la revolución.

Porque a veces, la verdadera medalla se gana fuera del tatami. Y pesa más que el oro. Pesa como la libertad.

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