Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Por Eduardo Díaz Delgado ()
Hace años lo dije, y lo repito ahora porque a veces lo olvidamos: no se puede cambiar a quien no ve nada malo en lo que hace. Puedes desgastarte dando consejos, acompañando, empujando, incluso suplicando, pero si la otra persona no reconoce que hay un problema, el cambio nunca va a suceder.
Ese es el motivo por el cual uno explica mil veces lo que parece obvio, pero que muchos prefieren no entender.
El verdadero punto de partida no está en tu voluntad de ayudar, sino en la conciencia de quien debe cambiar. Esa chispa interna no se enciende desde fuera, ni con presión ni con cariño. Cada quien carga sus propias cegueras, y hasta que no abra los ojos, lo único que puedes hacer es aceptar tus límites.
Recordarlo no es rendirse, es comprender dónde termina tu responsabilidad y dónde empieza la del otro.
Y aun así, aquí seguimos. Intentando que la gente abra los ojos, sorprendidos de que todavía exista tanta ceguera. Pero también conscientes de que, poco a poco, somos más los que vemos y, sobre todo, los que nos atrevemos: a decir, a denunciar, a mostrar, a perder el miedo.
Porque al final, la verdad no necesita permiso: solo necesita que alguien la diga en voz alta.