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Por Alberto Figueroa ()
Botas plásticas, short y camiseta, vestimenta habitual para las tardes de taller. Nadie pregunta su origen. El nombre resulta una extraña palabra que suele olvidarse. Bajo el brazo un bastidor, paradoja ingeniera renacentista, curvo y fuera de escuadra. Las críticas se estrellan contra una respuesta concisa: trabaja en una carpintería. Bautizo ipso facto: El carpintero. Paciente, dado al diálogo, buen sentido del humor, ávido de conocimiento, anda atento descubriendo alguna técnica para lograr estudiarla, dominarla… Meses más tarde, no solo llegan botas plásticas, short, camiseta y bastidores; brisas del gato inmortalizado en el viejo continente, tambien le acompaña un viejo saxo complementando la imagen poco convencional.
No lejos existe una iglesia protestante, junto a un seminario, reminiscencias del colegio religioso “Candler College”. Así, por inspiración divina, el carpintero llega al santuario; socializa, descubre los avatares eclesiásticos y entre salmos… a una rubia celestial.
El rostro acentuado con ojos azules recuerda la manera renacentista. Imagen sacra bañada en belleza; extremadamente delgada muestra frágilidad como escultura de murano. Inteligente. Domina con aparente profundidad el entreverado camino de la palabra. Reconocida como lider seminarista, orienta y dirige a los más jóvenes, pues, a pesar de habitar una suntuosa mansión del reparto Kohly, manipula la comunicación con habilidad sin distinción de raza o credo.
Surge así un nuevo esquema: botas, shorts, bastidores, saxo y rubia. Las tardes se enriquecen con apasionados debates sobre religión. El carpintero levita esfumándose en el azul profundo de aquellos ojos… “serenos como un lago”… también gana terreno, visita la mansión convencido de transitar el dificil camino al paraiso. Pero, como cuento clásico, primero debe cumplir algunos encargos para legitimar semejante acercamiento; el techo requiere pintura, luego puertas, rejas inmensas… ventanales que en principio logran seducirlo admirando la habilidad de los herreros, el césped… Entonces decide otra estrategia, tomar distancia limitando las visitas, evadiendo las agotadoras jornadas reconstructivas.
Mientras la rubia persiste en difundir la palabra de Dios a otros jóvenes algo sucede. Inesperadamente, el carpintero resulta desbancado por un trigueño alto, delgado, colmado de profusos tatuajes paganos; subvirtiendo reflexiones, análisis hermeneúticos, investigaciones…Ligia Elena desaparece “entre acordes de cariño eterno” y no precisamente con el trompetista. Cae como Icaro. Desgarrado el corazón, deja de asisitir a la iglesia. Se escucha entonces con frecuencia, llorar al saxo.
La matanza se fragua con elevado rigor profesional, conformando una horda solidaria negada al abandono del hermano en desgracia. Tal ultraje no puede quedar impune. Solo existe un camino: venganza. Presupuesto mínimo recaudado, localizan el objetivo: Monte y Cienfuegos. Zona “sagrada” para vindicar al carpintero. Engalanado lo acoge el inframundo. La habitación, saturada de una atmosfera sin precedentes en su experiencia divina, expone un cubo con agua donde flotan como Physalia physalis condones usados. Reacciona cuando una negra enorme rinde homenaje a Freddy lanzando en contralto un tenebroso “Bienvenidos a la fiesta muchachones”. El carpintero no se intimida, la idea fija de la expiación le provee fuerzas suficientes. Aquí el protocolo es breve y sin grandes complicaciones. Comienza un ritual colectivo de vigorosos intercambios fisicos. La venganza se torna tradicional, “decolonizadora”, tribal y caliente como primitivos alrededor del fuego. Habilidad, Intensidad, experiencia… logran, en corto tiempo, derribar a los guerreros. Diezmados, observan atónitos como persevera el carpintero, quien, entregado al exorcismo sexual, recorre en su mente cada restauración; extensas áreas verdes, puertas y barrotes celestiales, cristales grabados con ácido, picaportes bruñidos, horas de estudios biblicos… energía, entrega, consagración que solo engendra el amor. Extenuado, sobrevive envuelto en sombras, suda… virginidad que se disipa “…suavemente, nocturnamente hundido…” en una noche donde faltan las estrellas.
(La Habana de 2025)