
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- Tengo casi 70 años de vida y, desde que tengo uso de razón, he visto cómo Estados Unidos «aprieta la tuerca» del régimen cubano. Embargos, sanciones, restricciones, comunicados enérgicos, condenas diplomáticas, resoluciones del Congreso…
Y, sin embargo, ahí sigue el régimen intacto, envejecido, impune, y cada vez más indiferente al dolor humano.
En este punto uno se pregunta: ¿Cuánto puede resistir una dictadura antes de ceder? ¿No decían que, sin el subsidio soviético, el sistema caería en cuestión de meses? ¿No se suponía que, con la apertura a las remesas y el turismo, vendría una primavera democrática? ¿O que con las redes sociales surgiría una explosión de libertad?
Pero nada. La tuerca se ha apretado tanto, durante tanto tiempo, que ya ni rosca tiene. El tornillo gira en falso, y con cada vuelta, el régimen ha aprendido a adaptarse al hambre, al aislamiento y hasta al descrédito.
El pueblo sufre, pero el poder sobrevive. No gobierna, no lidera; se enquista.
Hoy, en pleno 2025, los cubanos comen de los latones de basura, usan ropas viejas, zapatos rotos o andan descalzos. Cocinan con lo que encuentren. Los apagones son interminables, ya no se miden en horas, sino en días.
Los niños lloran de hambre, las madres enloquecen buscando un poco de leche, los abuelos mueren solos.
Es un infierno en cámara lenta. Y, aun así, el régimen tiene recursos para proteger terroristas internacionales, para conspirar con Irán, con Venezuela, Corea del Norte, con Rusia, con grupos como Hezbollah y Hamás.
Le sobra tiempo y espacio para burlarse de la ley internacional y, al mismo tiempo pedir ayuda humanitaria con cara de víctima.
Entonces, uno se pregunta: ¿qué hay entre Estados Unidos y Cuba que permite esta larga y absurda agonía? ¿Por qué, si el régimen es tan débil, no cae? ¿Y por qué, si el embargo es tan fuerte, no funciona?
Quizás la respuesta esté en que ni la presión externa ni la apertura negociada han tocado el corazón del problema. Un sistema diseñado para resistir el colapso, no para construir el futuro. Un poder que se alimenta del castigo para justificar la represión, y de las concesiones para alargar su vida útil. Un juego perverso donde el pueblo siempre pierde.
Ya no se trata solo de apretar la tuerca. Se trata de reconocer que esa tuerca está soldada a un engranaje podrido. Se necesita otra estrategia, otro lenguaje, otra forma de acompañar al pueblo cubano, dentro y fuera de la isla, sin repetir los ciclos que solo sirven para mantener a flote la dictadura.
Porque, si después de 66 años de sanciones, discursos y esperas, lo único que se ha logrado es que los dictadores envejezcan en el poder… entonces es hora de revisar no solo qué se ha hecho, sino ¿por qué seguimos haciéndolo?
Nota: Cuando me llegó la notificación de esta noticia, pensé que se trataba de una noticia vieja o un fake news. Le comparto el enlace, mientras me pellisco para ver si estoy soñando: https://www.facebook.com/share/p/1F7Uc3g69n/