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La salida de Ferrer y los fantasmas del exilio cubano

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Por Albert Fonse ()

Ottawa.- La salida de José Daniel Ferrer de Cuba ha vuelto a despertar los fantasmas del exilio: los celos políticos, las dudas sobre los pactos y la eterna lucha por definir quién representa mejor la libertad. Cada vez que uno de los nuestros logra escapar del infierno, se reactivan viejas heridas, rivalidades y debates. Algunos cuestionan por qué él y no otros, otros sospechan de acuerdos ocultos o de un liderazgo fabricado, y hay quienes descalifican su visión política.

Celebro que Ferrer y su familia estén a salvo y respiren el aire de la libertad. Es una vida menos sometida al castigo por pensar distinto. No busco guerras en redes ni competencias de protagonismo; cada preso político liberado representa una victoria colectiva frente a la dictadura, y recordarnos que el enemigo no es quien logra escapar, sino quien mantiene las cárceles llenas.

La lucha de Ferrer no comenzó el 11 de julio de 2021. Lleva décadas enfrentando al régimen, a su manera y con sus métodos. Ese recorrido le ha permitido construir amistades, contactos, aliados e influencias, como es natural en cualquier figura que desafía un poder tan antiguo. Que algunos lo consideren líder no es una imposición mediática; es la consecuencia lógica de una trayectoria constante de resistencia.

Las razones de cada uno

Quien piense que sus ideas no son las adecuadas tiene el derecho y la oportunidad de proponer otras. Vivimos en tierras libres, donde nadie está obligado a seguir a nadie. Martí lo demostró: no impuso ideas, convenció con ellas y logró que el pueblo libre financiara la guerra necesaria.

Yo, por ejemplo, no tengo líderes ni pertenezco a ninguna organización. Tengo mis ideas muy claras. Considero que un proyecto como el de Cayo Romano podría ser una solución realista para Cuba: una negociación económica que ponga los recursos naturales del país al servicio de una alianza estratégica con los Estados Unidos.

Ninguna potencia se arriesgará por razones sentimentales; los movimientos geopolíticos se justifican por intereses económicos. Venezuela lo tiene fácil con el petróleo y el oro; Cuba también posee riquezas que pueden convertirse en la llave de su liberación. Sin embargo, la oposición cubana sigue repitiendo los mismos discursos sin ofrecer proyectos tangibles. Mi enfoque es impulsar mis ideas, no perder tiempo atacando a otros opositores.

La historia reciente respalda esta lectura. En Ucrania, Trump buscó acuerdos económicos que justificaran los costos de una guerra larga. En Gaza e Israel, la dinámica ha sido similar, con el petróleo y la estabilidad regional como factores determinantes. Maria Corina Machado entendió ese lenguaje y habló directamente con el entorno de los Trump; su mensaje fue claro: sin incentivos económicos, no hay acción sostenida. En todos estos casos, el factor común es el mismo: los valores morales no mueven ejércitos, los intereses sí.

¿Una señal de esperanza?

Por eso insisto en que estas son mis ideas, no dogmas. Muchos las considerarán una locura, pero para mí lo más sensato es estar bajo la sombrilla americana, ya sea como estado o territorio de influencia, antes que seguir bajo las sombras de China y Rusia.

A los familiares de los presos políticos les digo que sí, hay motivos para alegrarse. La salida de Ferrer debe ser vista como una señal de esperanza, pero también como un llamado a la acción. No se puede depender de rumores ni de gestos aislados. Si la administración estadounidense decide concentrar más atención en el Caribe, ese cambio de foco podría favorecer la causa de la libertad. Los barcos y submarinos que hoy patrullan la región podrían tener otro propósito si el pueblo cubano vuelve a las calles.

Hace meses que no hablo con mi hermano, pero me alegraría verlo libre y exiliado. No se merece estar enfermo en una celda. Si sale, le diría que primero se recupere mental y físicamente, que busque estabilidad económica y disfrute de su familia y de la libertad. Después de eso, que piense en Cuba y en su libertad, no antes. Incluso yo necesito un descanso después de todo y de todos. Porque la libertad también implica sanar.

Luchamos por una democracia y vivimos en una. La tarea ahora es no reproducir en libertad los vicios del totalitarismo: la envidia, el ego y la desconfianza. Si no aprendemos eso, seguiremos siendo esclavos, aunque vivamos fuera de la isla.

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