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Por Oscar Durán
La Habana.- Cada 20 de mayo, los cubanos que aún conservan un ápice de memoria histórica se debaten entre la nostalgia de lo que pudo ser y la rabia de lo que fue. Fue un lunes, allá por 1902, cuando se izó la bandera cubana por primera vez en el Morro. Pero también fue el día en que Estados Unidos dejó plantado su pie en el costado de la isla, con una Enmienda Platt como puñal y una base naval como cicatriz.
Este lunes, el presidente de la desdicha, Miguel Díaz-Canel, volvió a hacer lo que mejor sabe: escupir palabras sin sustancia. Escribió como si el teclado de su móvil tuviera tinta revolucionaria, pero con los dedos embarrados de cinismo. En su red social favorita -X, que antes fue Twitter y que ahora es la guarida de tantos otros populistas- escribió que el 20 de mayo es una “fiesta de anexionistas”. Como si él no hubiese hipotecado el país a cuanto socio le prometa tres litros de gasolina o una termoeléctrica flotante.
Dice Limonardo que aquel día «solo se arrió falsamente la bandera intervencionista». Remarca que la verdadera independencia llegó en 1959. Lo dice con la boca llena de consignas. No se detiene a ver que, desde aquel enero, la isla ha vivido bajo otra intervención. Una más burda, más cruel, más destructiva: la del Partido Comunista Cubano.
Porque si en 1902 fuimos una neocolonia de Estados Unidos, desde hace más de seis décadas somos esclavos de un poder ideológico. Este poder no respeta ni la historia ni al pueblo. No hay soberanía que se sostenga en un país donde te encarcelan por opinar, y donde una madre debe suplicar en redes por los medicamentos de su hijo. Tampoco donde el salario no alcanza ni para comprar jabón.
Bruno Rodríguez, que siempre tiene una lista para intentar convencerse a sí mismo de que su revolución aún respira, quiso reforzar la narrativa. Se lanzó también con todo en X y aseguró que el 20 de mayo fue el nacimiento de una “república mutilada”. Afirmó que la verdadera llegó en 1959. Pero habría que recordarle al canciller de las mentiras que, si alguien mutiló esta nación, no fue la Enmienda Platt. Fue el castrismo con su dictadura totalitaria, con su eterno estado de excepción y con su enfermiza necesidad de controlarlo todo.
La historia, esa que Bruno y Canel repiten sin cesar, pero que manipulan a su antojo, es clara. Estados Unidos impuso condiciones humillantes a la naciente república, sí. Pero esa Cuba imperfecta tenía prensa libre, partidos diversos, elecciones, propiedad privada y la posibilidad de cambiar las cosas. La Cuba de hoy tiene solo una cosa: miedo.
Miedo a hablar. Miedo a salir. Miedo a quedarse. Miedo a vivir.
Y lo más trágico es que estos tipos tienen el descaro de comparar lo que fue una dependencia económica con lo que es hoy un sometimiento total. En 1902, al menos los cubanos podían marchar sin pedir permiso. Hoy, si protestas porque no hay leche para tu hijo, terminas en una celda donde ni la cucaracha sobrevive.
La república de 1902 podrá haber nacido limitada, pero parió un país. La revolución de 1959 convirtió ese país en un presidio.
Así que no vengan con cuentos. Si van a hablar de puñales clavados, háganse cargo del que ustedes mismos le hundieron al alma de Cuba hace más de 60 años.
Y si van a hablar de independencia, tengan la decencia de comenzar por liberar a los más de mil presos políticos que tienen pudriéndose en sus cárceles.
La historia no necesita que la rescriban. Necesita que la entiendan. Y ustedes, que tanto la invocan, son los que menos la comprenden.