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Por Albert Fonse ()
Ottawa.- ¿La libertad de Cuba es una quimera? ¿O es una posibilidad real que aún no hemos sabido conquistar? Durante más de seis décadas, el régimen ha sostenido su poder no por su fortaleza, sino por la debilidad y fragmentación de quienes deberían enfrentarlo.
Estados Unidos, con toda su influencia, ha manejado una política hacia Cuba marcada por la contradicción. En algunos momentos ha endurecido sanciones y en otros las ha relajado, pero nunca ha sostenido una estrategia firme orientada a terminar con la dictadura.
Washington prefiere administrar el problema antes que resolverlo. La cercanía geográfica que debiera convertir a Cuba en una prioridad de seguridad nacional ha sido dejada en un segundo plano, mientras el régimen se fortalece con alianzas con China, Rusia e Irán.
Estados Unidos ha jugado a contener, no a liberar.
El exilio cubano, que en su momento fue motor de presión y resistencia, ha caído en trampas de comodidad y corrupción. Muchos se han adaptado a la vida en Estados Unidos y han olvidado la urgencia de la libertad de la isla, mientras otros se acomodan a vivir de los grants y de una industria de discursos sin resultados concretos.
A eso se suma la división interna, donde cada grupo pelea por protagonismos, fondos y micrófonos, esperando la aparición de un líder supremo que unifique, mientras en la práctica la dictadura se beneficia de esa pasividad y dispersión.
La dictadura cubana no es fuerte. Su economía es un cadáver, su ideología es una pieza de museo y su aparato represivo se sostiene a base de miedo, no de respeto. Lo que la mantiene viva es la debilidad de la oposición, la dispersión del exilio y la resignación de quienes miran hacia otro lado.
No es la potencia del castrismo lo que prolonga el cautiverio de Cuba, es la fragilidad de nuestra respuesta colectiva.
Cuando se asuma que la libertad no depende de un líder, ni de un grant, ni de un decreto en Washington, sino de la suma de acciones individuales decididas, la quimera se convertirá en realidad.
El día en que los cubanos dentro y fuera de la isla entiendan que somos más que ellos, que la fuerza está de este lado y no del suyo, ese día la dictadura se derrumba como ya se derrumbaron otras que parecían eternas.