
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Datos Históricos
La Habana.- En una noche lluviosa de 1876, en la salvaje ciudad de Deadwood, el destino se jugó entre cartas, whisky y desesperación. Lucy Caldwell, nacida en Misuri en 1851, había seguido a su marido, Charles “Silk Jack” Caldwell, un jugador encantador y peligroso que vivía de la suerte y de las promesas rotas.
Jack le había prometido una vida de seda y fortuna, pero lo único que le dio fue una tienda de campaña manchada de alcohol y una baraja marcada. Hasta que una noche, en un último acto de miseria, apostó lo único que nunca fue suyo: su esposa.
Cuando las cartas cayeron sobre la mesa y el silencio llenó el salón, Lucy no esperó a conocer su destino. Tomó el revólver de su marido y acabó la partida con un solo disparo. Luego, en un gesto de fría determinación, jugó una última mano: la de su libertad.
Al amanecer, partió hacia el este con su caballo, el revólver y las ganancias de la noche. Dicen que en los años siguientes, una mujer vestida de negro recorría las mesas de juego de Kansas City. La llamaban “Black Lace Lucy”. Nadie sabía de dónde venía, pero todos sabían que ningún hombre que se sentara frente a ella volvió a reírse de una mujer con cartas en la mano.
Lucy Caldwell se convirtió en leyenda. No por suerte, sino por coraje. Porque aprendió una verdad que el Viejo Oeste nunca olvidó: la libertad no se regala… se gana.