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La hora de los mendigos
Por Sasha Durán (CubaxCuba)
Dice el Granma, ese exquisito
paladín de la verdad,
que nuestra mendicidad
es, legalmente, un delito.
Dice el Granma, y lo repito,
que quienes vemos, carentes,
pidiendo por sus urgentes
necesidades de todo,
no encajan de ningún modo,
como personas decentes.
Claro, el Granma, tan puntual,
(poco franco, aunque bien feo)
habla, otra vez, del bloqueo
del enemigo imperial,
que si la crisis mundial,
que si la cruel inflación,
que si la especulación…
hacen que el sustento falle.
Pero el que pida en la calle
puede acabar en prisión.
Nuestra Asistencia Social,
si la familia no puede,
velará que nadie quede
en la franja marginal.
Eso dice este ideal
órgano del periodismo,
mezcla torpe de cinismo
con indolencia mezquina.
No es igual un país en ruina
que arruinado. No es lo mismo.
Hay que tener cara dura
—por lo menos de concreto—
para asumir, por decreto,
que la cárcel es la cura
ante tanta desventura.
Si somos tristes testigos
del hambre y los desabrigos
que no borra quien legisla,
sépanlo, dueños de la isla,
es la hora de los mendigos.
Es el tiempo del desecho,
de sacar al sol los trapos;
cada cubano en harapos
es lo que ustedes han hecho.
Cada estómago maltrecho
engorda sus grandes panzas;
cada canto de alabanzas
de los logros “socialistas”
enriquece las “conquistas”
de un país sin esperanzas.
“Vulnerables”: eso somos
en su tono de eufemismo,
encubridor del abismo
que daría para mil tomos.
Rehúyen porqués y cómos
de la gran precariedad.
Pobreza y desigualdad
son nuestras cuatro paredes.
Haber creído en ustedes:
la vulnerabilidad.
Pero la pobreza pasa,
—aunque sea tras el dolor—.
En cambio, su deshonor
será una indeleble traza.
Cuando limpiemos la casa
y cada mendigo ría
sus leyes y su jauría
terminarán en guiñapos.
Y los únicos harapos
serán de la tiranía.